domingo, 20 de noviembre de 2011

El profe de música

Volví a tener 14 años por unos minutos. Volví a segundo año del secundario, el último como alumno del Normal 6. Dentro de un clima de aburrimiento y mala onda, agravado por el horario tempranero, me permito rescatar como buen recuerdo a uno de los mejores profesores que tuvo la institución: Guillermo, el profe de música. Ya lo había tenido durante algunos años de primaria, y casi siempre él era el encargado de tocar el piano durante los actos escolares. Un gran profesional, y un gran tipo.

¿Por qué hago esta mención especial? Me pareció que dicho docente me da un pie inicial para una nueva reflexión que quiero plantear, y para esto quiero contar un par de detalles más:
Durante la segunda mitad de aquel año, me tocó hacer un trabajo práctico, que consistía en aprenderse la vida y obra de un músico clásico y exponerlo en clase. Mi compañero de banco y yo elegimos a Tchaikovski. La lección oral dejó en claro que no habíamos estudiado como correspondía, y lo que ocurrió a continuación me quedó marcado en la memoria hasta hoy: el profesor común hubiese regañado como siempre, argumentando la falta de estudio de los jóvenes de hoy en día mientras reprobaba el trabajo. Lejos estuvo de esa reacción el profesor de música, aquel tipo buena onda que me lleva a pensar hasta hoy que es uno de los mejores: Guillermo estaba furioso, su cara estaba roja como un tomate, sin embargo al hablar utilizó un tono más bien bajo, pero decidido. Con una mezcla de furia e indignación dijo lo siguiente: "Chicos, no puedo aprobar este trabajo. Para la semana que viene, por separado me hacen otro idéntico, pero uno desarrolle Vivaldi y el otro Beethoven".

Lo fascinante, y peligroso al mismo tiempo: La bronca justificada. El enojo del que no se enoja nunca. Los nervios de aquel (ingenuo) buen tipo que intenta llevarse bien con todos y, por lo tanto, se guarda cosas hasta las últimas consecuencias, y salta todo cuando la persona en cuestión se siente literalmente pelotudeada. Y es la peor... esa bronca es peor que la del típico "calentón", porque este último es así siempre, y uno termina acostumbrándose. La bronca justificada saca a la luz lo peor del ser humano. Es aquella que llega de sorpresa, y genera marcas más profundas y consecuencias más serias. Y no es difícil de distinguir a aquellos que son propensos a este tipo de reacción: son los más tranquilos, introvertidos pero confiables a la vez. Los que, como dije anteriormente, buscan llevarse bien con todos. Se los puede catalogar de falsos en algunos casos, pero nunca con mala intención. Y sin embargo, allí están... con la bronca de los buenos esperando salir a flote y estallar como una bomba atómica.

Me contaron que el profe Guillermo fue rector interino durante algún tiempo, y luego retornó a su función habitual, impartiendo la doble enseñanza: la de música clásica y contemporánea, y la del buen trato con los que no se quieren enojar.