martes, 18 de diciembre de 2012

Good Teachers, Bad Teachers.

En notas anteriores, me tomé la libertad de destacar a algunos profesores que me dejaron enseñanzas, no sólo de su asignatura, sinó para la vida en general. Algún día voy a hacer formalmente la lista de dichos profesores. 

Hoy, quiero presentar la contracara. Los malos profesores. Los que, con sus actitudes, me dejaron cosas negativas. A vísperas de mi último examen del año, aquí va el top ten de malos profesores. Por respeto hacia dichas personas, no voy a poner nombre y apellido, sino que voy a ir alternando. 

Increíblemente, no hay ninguno del Sounder.

10) Claudio: Profesor titular de Teorías de la comunicación en segundo año, y de Cultura y Espectáculos en tercero, en el círculo de periodistas deportivos. Veníamos de tener al profesor Augusto, un tipo que se la bancaba y le ponía buena onda y predisposición a las clases de Teorías de la comunicación. Pero era el suplente, y el contraste fue notorio. Claudio entró con un rigor innecesario, y con una actitud de buscapleito. A algunos les cayó bien. No es mi caso. 

9) Acosta: No recuerdo como carajo era su nombre de pila. Sólo recuerdo que su asignatura (biología, en el normal 6) fue realmente tediosa. El tipo explicaba como un aparato. No era una mala persona. Simplemente era innecesariamente estricto. Y jamás aprendí nada con él.  

8) Albornoz: Historia de las ideas e instituciones políticas. Así de largo el nombre de la asignatura que enseña en el círculo, y así de corta su ideología: PERÓN. Hablá bien de Perón, o no aprobás. 

7) Pereyra: Educación Cívica, primer año. Un tipo mala onda. Y para colmo, sus clases eran un descontrol total, y a veces ni venía. Recuerdo que me confundió con otro alumno, y me puso un 2. Mi vieja vino a reclamar al colegio, se armó quilombo. Y mi examen, correctamente corregido, tuvo como nota final un 9.

6) Viviana: Profesora de plástica en varios años de primaria en el normal 6. Creo que por ella es que soy malísimo dibujando. La tipa odiaba a los alumnos. Vivía gritando. Y fumaba en clase.

5) Calabrese: Profesora de Semiología del círculo. Otra vieja gritona que odiaba a los alumnos. Sus clases eran un plomo. Y claramente no aprobé con ella, ni aprendi un sorongo. 

4) Liliana: Perdí el año por esta tipa. Durante la cursada (Opinión Pública en el círculo), no fue garca. Pero el material de estudio (páginas infinitas de textos imposibles de leer) y su forma de tomar el examen (2 preguntas de CUALQUIER parte del texto. Lo tenés que saber casi de memoria), la meten dentro de este top ten. 

3) Carballo: No me fue mal con este individuo, en Historia del Periodismo. Así todo, el tipo era un garca de primera. Contestaba mal, no permitía que los alumnos pensaran diferente a él. Y prohibió el uso de ciertas palabras en los exámenes, amenazando con dejar de seguir leyendo y poner un "1" directo (por ejemplo, poner "clases sociales" en vez de "castas sociales" era meritorio de la nota mínima). Para colmo, comenzó siendo exigente, y terminó faltando a las últimas clases (no exigiéndose a si mismo).   

2) Miranda: Automovilismo y motociclismo. Creo que nunca reprobé tantos exámenes como con este tipo. Era demasiado serio y formal, al punto tal de que no pretendía colaborar con los alumnos, sino que más bien se sacaba las clases de encima, hablando sin parar y sin permitir la participación de los estudiantes. Y, obviamente, sus exámenes eran sumamente difíciles, argumentando que todo fue explicado en clase. 

1) Dávila: Tenía mala fama desde que escuché hablar de ella en el normal 6. Y así fué. Historia y Cívica. La tortura de las lecciones orales sorpresa. Los gritos, el mal humor. En primer año, me llevé dos trimestres de historia por ¡19 CENTÉSIMOS! (5; 7; 5,81). En segundo año, no me llevé nada con dicha profesora. Así todo, siempre quedará en la memoria como la única docente a la cual le tuve MIEDO.

Curiosamente, no hay ninguna de Geografía. Me la llevé casi todos los años, pero fue mi culpa. Je.   


Proximamente vendrá el top 10 con los buenos profes. 

A estudiar otra vezzz




 


sábado, 8 de diciembre de 2012

Vueltas en la cama

¿Puede ser que aquello en lo que pensamos o sentimos cuando damos vueltas en la cama sin poder dormir, dice mucho sobre qué tan conformes estamos con nuestra vida? Lo armo en forma de pregunta, porque es algo que no puedo asegurar ni razonar a esta hora.


Post data: Todos se cagan en todo y en todos. Falta un poco más de colaboración incondicional.

Y necesito que se me acomoden los horarios, o voy a seguir amargándome con cosas pelotudas.


viernes, 7 de diciembre de 2012

Al nivel del conocimiento

Horas antes de subir al escenario, surgió una charla filosófica. En una plaza en los límites entre Vicente Lopez y Olivos, cervezas mediante, surgió el debate sobre si existe o no algo superior al hombre.

Mi respuesta fue simple: No, no existe algo por encima de la actividad humana misma a la que se le pueda pedir una mejora de calidad de vida o un cambio de cualquier índole. Y el éxito o fracaso en la vida no se rige por las leyes del bien y el mal. Y el equilibrio, Karma o como lo quieran llamar, es un invento de los resentidos para sentirse mejor.

Pero sí, existe algo superior: el conocimiento.

Paso a explicar: El ser humano es inferior a lo que no comprende. A medida que adquirimos determinado conocimiento, alcanzamos su nivel. Por lo tanto dicho conocimiento ya no nos supera.

Después sí, hay algo que lo podríamos denominar sentido de adaptación, que tiene un poco más que ver con ser "bueno" con los demás, y que también define niveles de superioridad o inferioridad, independientemente del conocimiento que se tenga sobre cualquier tema.

Mi respuesta en la plaza no fue así de elaborada, pero eso es lo que quise dar a entender.





















Voláaaaaaa

lunes, 3 de diciembre de 2012

Miradas y silencios

Hace no mucho tiempo, había una publicidad televisiva de no me acuerdo que producto, que mencionaba el "lenguaje de las no palabras". Es un buen nombre para denominar el sistema tácito de comunicación que tenemos todos, mediante una base de complicidad con el otro: Miradas y silencios, que dicen muchísimo más que las palabras... y que aquel a quien va dirigido el mensaje, lo interpreta a la perfección.

Dicho esto, quiero decir que una de las cosas más destructivas a nivel anímico para la mayoría de los seres humanos, son las miradas y silencios de tono acusador: los demás se miran entre ellos, y no me dicen nada. Se refieren a algo que hice yo. O por equis motivo, aquello que se dicen con las miradas es algo que yo no puedo saber. 

O lo se... simplemente se cual es el error. Pero no me lo remarcan, porque no quieren ver mi reacción, sea cual sea.... Y eso es aún peor. 


Baterista y arquero de fútbol 5. Aún me pregunto por qué carajo elegí los puestos estructurales... en los que un error perjudica a todos. 

viernes, 23 de noviembre de 2012

Music Break

Auriculares ON. Comienza la cadena de pensamientos. Todo aquello que está almacenado en el bloque de los deseos florece. Nuestro cerebro lo adapta a cosas que hacemos cotidianamente, para hacerlo más creíble. Situaciones ideales y discusiones en las que terminamos triunfando. La música que escuchamos parece encajar justo con los momentos de mayor tensión, pero de algún modo sabemos que en nuestra mente se está gestando un final predecible y feliz. Y simplemente se da: la mejor de las posibilidades, la satisfacción de nuestros deseos inmediatos. Todo recuadrado dentro de la canción que suena en nuestros oídos, que nos cuenta la misma historia... con más detalles cada vez. Auriculares OFF. Back to life.

Todos los putos días son "el día de la música"

lunes, 19 de noviembre de 2012

Fue, es, será

Fue ir, sabiendo que hubo un bache de casi un año. De que uno no llamaba, de que el otro no venía, y de que el otro llegaba tarde.

Fue ir, sabiendo que la piba era una colgada. Le di una oportunidad y, fiel a su personalidad, colgó. 

Es ir y mirar con complicidad a uno, y sentirse falso mirando al otro. Sabiendo que le pone garra, pero que en el fondo es el mismo que abandoné alguna vez, allá a lo lejos en la historia.

Es ir a cumplir una función que no siento, con gente que me ve más grande de lo que soy. La mejor buena onda, pero estancados en sus funciones.

Es ir... a cumplir. Excelentes en lo que hacen durante ese tiempo, en ese lugar. Comodidades variadas, en un grupo humano en el que todavía no terminé de encajar.


Se fueron dos. Se van a ir dos más antes de fin de año.

martes, 13 de noviembre de 2012

El estorbo en los sueños

Hoy no puedo generalizar. El mundo de los sueños es algo tan complejo que no puedo saber realmente si las ensoñaciones de todos se componen de la misma forma. Sólo se que, en mi caso al menos, hay un denominador común, que va variando de forma pero su objetivo es siempre el mismo: estorbar, complicar, dificultar el camino a todo aquello que uno quiera acceder. Desde un lugar lleno de gente, en donde todos parecen querer chocar contra el físico de uno, hasta la lapicera que no sólo no funciona, sinó que se ocupa de prender fuego el papel con todas las anotaciones importantes.

Algunos dicen que el estorbo es nuestro miedo hacia algo que estamos viviendo en ese momento de nuestras vidas. Muchos también me comentaron que la sensación de lentitud o de no tener fuerza es algo muy común en los sueños.
Yo creo que los sueños son una fuente ilimitada de inspiración Y el estorbo, un antagonista.


Vos otra vez, loco. Siempre te aparecés cuando estoy por tomar una decisión difícil o mandarme una macana. ¿Será porque en algún momento una decisión drástica te involucró? Gracias loco, y perdoname. 

martes, 6 de noviembre de 2012

Ensamble

Quiero comenzar diciendo que un buen profesor no es aquel que sigue el programa al pie de la letra, sino aquel que deja sugerencias para la vida. Dicho esto, quiero nombrar a uno de tantos profesores que me ha dejado al menos una enseñanza. Fernando Richard. De aquella especie de "School of Rock" a la que concurrí los últimos años de mi secundaria. Una de sus asignaturas era ensamble. Tocar en conjunto, ni más ni menos. Y en ese tiempo aprendí que no es nada fácil. 

El factor humano es aquello que hace que no pueda decir que "la banda musical es como una maquina, que debe ser aceitada para que funcione"... y bla bla. NO. Definitivamente los músicos no somos robots... por más que este siglo nos quiera demostrar lo contrario. 

Esto no quita que haya ciertos errores inadmisibles, y otra serie de reglas que una banda debería cumplir para ser considerada como tal. A saber: 

1) NO FALTAR a los ensayos. Las cancelaciones sobre la hora, llegadas tarde o ausencias sin previo aviso encabezan la lista de cosas prohibidas. Infringir esta regla nos saca automáticamente de la categoría de músico. Los cuelgues son inadmisibles. El músico debe cumplir con el día y horario estipulado, para no atrasar toda una semana de trabajo y en consecuencia perjudicar a sus compañeros. 

2) Aprender las partes. Llegar sin haber siquiera practicado y/o escuchado el tema a ensayarse, es casi tan grave como no ir al ensayo. Es por excelencia, la manera más común de dar un paso atrás en un proyecto de semana a semana.

3) Agilizar. Todo aquello que se pueda hacer en casa, como anotaciones, afinar (dentro de lo posible), cambios de cuerdas, etc, no dejarlo para el horario del ensayo. 

4) Una cosa muy molesta ocurre cuando un músico toca, cuando otros están practicando una parte. Se da mucho con los bateristas (yo mismo he sido culpable de este punto). Por ejemplo, dos guitarristas, o un guitarrista y el cantante están intentando variantes para el estribillo, y el baterista se aburre y empieza a tocar algo que nada tiene que ver. Este tipo de cosas molestan y entorpecen la tocada. 

5) El lider. Parece algo prescindible, pero a la larga muchos conjuntos se quedan estancados por no tener a alguien que se tome el trabajo de organizar y manejar los tiempos dentro del ensayo. Uno de los músicos (lo más común es que sea el guitarrista o el cantante) debe ser aquel al que todos miran para saber qué hacer. Es una manera de agilizar el ensayo.

6) Planificación de objetivos. Para progresar como banda, este punto es fundamental. Saber que se está ensayando para tocar en vivo en alguna fecha determinada, o para grabar o tener una determinada cantidad de temas propios.

Y ante todo, el respeto. Respeto por las decisiones, gustos musicales, limitaciones y preferencias de todos.

Faltaba en este blog una nota para los músicos. Todos los que alguna vez pisaron una sala de ensayo se encontraron con este tipo de cosas. Tengan presente esta guía para saber por cuales putear.

 

 

 

lunes, 5 de noviembre de 2012

Decisiones

Voy a decir una gran verdad: el comienzo de esta nota fue el paso más difícil. Siempre lo es. Decidirse por comenzar de una u otra forma, decidirse por A o por B. DECISIONES. Casi que el paso fundamental para que algo salga bien es la convicción y la seguridad con la que se sostiene la decisión tomada.

Los titubeos son señales de debilidad, factores de descarte en este mundo tan competitivo. La firmeza a la hora de elegir, la capacidad de pensar rápido en la solución adecuada, son rasgos de líder. Aunque quizás analizándolo a fondo más adelante, uno se da cuenta que no se eligió la mejor opción dentro del abanico de posibilidades. No importa. En la vida, el 95% de las decisiones van a ser correctas si se tomaron con la rapidez mental y firmeza adecuadas.

A no detenerse a pensar en las contras, o en las posibles fallas en el momento clave. Bien o mal, todo suma como experiencia para decisiones futuras. 

sábado, 3 de noviembre de 2012

Summer time

Es difícil descifrar por qué los días soleados son los denominados "días lindos", habiendo opiniones tan divididas con respecto a cuál es la mejor de las estaciones. Para empezar, quiero aclarar que estoy de acuerdo que la mejor mitad del año es la que comienza en septiembre y termina en marzo. El calor. El denominador común de los recuerdos alegres. El acorde mayor en la escala de las estaciones. Porque ninguna canción triste tiene un sol radiante de fondo. La lluvia es la que apela a los sentimientos fuertes, desde los reencuentros amorosos hasta la lúgubre soledad. 

El verano tiene un aroma propio, fácilmente perceptible. Aquel que rápidamente relacionamos con cosas como la pileta, el descanso, las bebidas frescas. A mi particularmente me remite a los nervios previos a un examen... Ya saben, el verdugo diciembre, con las guillotinas en forma de mesas. Afortunadamente mis recuerdos sobre esas fechas son en su mayoría felices.

Bienvenido sean días como éste. Un verano anticipado no viene mal. 

Verano verano verano, calor... eh, digo... here comes the sun (?)  


miércoles, 31 de octubre de 2012

La dimensión de objetos perdidos

Llaves, plata, celu, todo en sus respectivos bolsillos.... y aquello extra que tengo que llevar. Mmm, no está sobre la mesa, no está en el piso, ni en los cajones, ni debajo de la cama, ni en los estantes... no parece estar en la habitación, de hecho. Ni en ninguna habitación, baño, cocina, living... No está en la casa, NI EN EL PLANETA.

Sí. Esa desesperación de no encontrar aquello que necesitamos en ese preciso instante. La que nos remite a buscar en lugares "comunes", en vez de calmarse y mirar todo el panorama. A tal punto que ya se vuelve una cuestión personal: vale más encontrarla para saber dónde corno estaba, que la utilidad del objeto en sí. 

Existen dos formas de abrir el portal hacia la dimensión de objetos perdidos, y encontrar la condenada cosa que estemos buscando. 

Supongamos que el objeto es una cámara de fotos: si en el momento de soltarla fuimos conscientes de haberlo hecho, basta con hacer el complicado pero efectivo ejercicio de concentrarse y hacerse la siguiente pregunta: "¿Dónde la vi por última vez?". Las imágenes que proyecta nuestro cerebro, almacenadas en nuestra memoria, nos va a guiar hacia el objetivo.
Ahora bien, si mientras apoyábamos la cámara estábamos pensando en qué vamos a comer a la noche o a qué hora es el partido... es casi imposible que encontremos aquello que buscamos. Tendremos que esperar a que se vaya la desesperación del momento para poder ampliar el panorama visual. La dimensión de objetos perdidos no abre sus puertas sobre los lugares más obvios.


Resulta que la tapa del metrónomo estaba en un porta CDs. Dale... 

martes, 30 de octubre de 2012

Recursos del incompetente

Imagínense que un día yo arrancase una nota diciendo que son todos unos tremendos pelotudos, que aquel que me contradiga va a ligar una trompada en la jeta, o que voy a borrar todo comentario que no apoye lo que estoy explicando. No sería para nada agradable, ¿no?

Recursos del incompetente. Manotazos de ahogado de aquel que duda de su propia capacidad para sobrellevar una conversación con argumentos. Generar rechazo es una buena táctica para eludir preguntas incómodas y disimular las falencias de la estabilidad de los argumentos. ¿Para qué exponerse a discusiones en las que pueden quebrar la seguridad de mis ideas, cuando puedo cortar toda posibilidad de diálogo?
Y nunca falta el que miente o niega hechos verídicos. Al fin y al cabo se mienten a si mismos y se niegan la posibilidad de aprender del otro.

Gente, el otro siempre sabe cosas que ustedes desconocen. No corten la maravillosa posibilidad de recibir nuevas ideas.
















Que cambie el otro, yo ya estoy muy cómodo.

viernes, 26 de octubre de 2012

Redoble de palabras

Tocar fondo y salir a flote. Hay que entender que estamos en una situación desfavorable para hacer el intento de cambiarla. Tan simple como marcar un quiebre y recomenzar. Desde cero.

Necesitaba un método para expresar todo aquello que no me salía con palabras. Una forma de salir nadando de aquel mar de iguales que no me trataban como tal. Una melodía, una canción, un riff... Nah, hubiese sido lo mismo, pero arriba de un escenario. Sí hay algo que aprendí en esta vida, es que hay que brillar para poder ser encontrado en el mencionado mar de iguales. Tengo alma de bajista, pero por una serie de casualidades, terminé eligiendo otra salida, de la que al día de hoy no me arrepiento.

Segunda mitad del 2006, un corto proyecto de principiantes, que no terminó bien, pero a su vez dio pie a muchas cosas más adelante. Primera batería, un MXP azul, económica. Rescato a aquel que confió en mi y fue quizás el mayor de mis "maestros" de la música en lo que respecta a tocar en conjunto. Años después sigue contando conmigo para sus proyectos.

La MXP se fue, y con ella mis chances de tocar en un conjunto fijo por algunos años. Terminado el secundario, otro gran amigo hizo lo posible para que yo retomara aquel hábito que en su momento me había sacado a flote. Encontró platos económicos, y una batería muy buena en cuanto a calidad/precio. Marcó el comienzo de un proyecto que nunca fue. 

Recién comenzado el 2010, otra crisis por conflictos familiares me dejaron al borde de una profunda depresión. Y por esas casualidades que no parecen tales, la música apareció como por arte de magia para rescatarme. Esta vez, de la mano de una amiga a quien le debo mucho, apareció un excelente grupo humano, vestido de músico. Un nuevo despegue, que aún no encuentra techo. Fueron momentos en los que pude aprender y progresar como músico, a la par de mi carrera terciaria.

En el 2012 se me hundió un barco cargado de progresos académicos. Me dormí al timón estando a nada de llegar a puerto. Saliendo de las metáforas marineras, perdí el año... así de simple. Creo que ahora más que nunca noto lo importante que fue aprender a tocar. Aprender a expresarme de la manera que mejor me sale, y salir a flote. Y por sobre todo, no quedarme con la opción fácil. La guitarra parecía serlo, pero es engañosa por su natural dificultad para destacarse. El piano... mierda, son todos pianistas en esta casa. Me queda aún la espina de no haber sido bajista. Nunca es tarde.















Gracias por aparecer y sacarme de los momentos más complicados de mi vida. Te amo.      

lunes, 22 de octubre de 2012

Espejo

Decir "yo se exactamente como soy" o "puedo ser lo que yo quiera" son afirmaciones un tanto tercas y por lo general alejadas de la verdad. Lo que realmente importa, nos guste o no, es cómo nos ve el otro. O al menos, cómo nos ve ese sector de "terceros" que pueden llegar a afectar nuestra vida de algún modo. De esa raíz en común salen la mayoría de las actitudes falsas, dobles discursos o cambios abruptos de actitud según con quién se esté. 
No voy a entrar en más detalle, pero lo que quiero plantear hoy viene por ese lado:

Hace bastante tiempo, vengo aplicando con muchas personas un ejercicio interesante... que no sería desacertado denominarlo espejo. Consiste, de una manera algo subjetiva si se quiere, en comportarse con cada individuo imitando sus actitudes, tal y como lo vemos nosotros. "Darle de su propia medicina" dirían algunos. Tiene un par de contratiempos, que ya voy a pasar a detallar: 

-Al ser algo subjetivo, es posible que obviemos detalles positivos de dicha persona. Algunos incluso lo pueden tomar como una actitud vengativa. 

-Es sólo efectiva con personas a las que les tenemos afecto.

-Lamentablemente, un 90% de las personas se van a enojar.

Es curioso este último punto porque, en el fondo, se enojan consigo mismos. Son muchos los que, por diversos motivos, no están felices con lo que ven en el espejo. 

Es clave tener la mente abierta en todo momento. Perderle el miedo al espejo, porque todos estamos siendo reflejados en los ojos del otro, constantemente. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Deformidad social

Esta bien, es correcto decir que "no esperar nada de nadie es una de las claves de la felicidad". Pero a veces siento pena por los que no son capaces de decir lo que piensan sin tornarse agresivos. Digo, ¿No?... Es tan fácil pedir las cosas con humildad y amablemente. O incluso con humor, con complicidad... ¿Por qué ponerse a la defensiva o ser autoritario? 

Eso es un deforme social. Aquel que genera esa sensación incomoda constante, de que cualquier comentario o acción puede resultar irritante y molesta a sus sentidos. Y qué sabemos que en cualquier momento nos va a echar su bronca e infelicidad en cara. 


La tranquilidad de pensar reclinado en la silla, con las manos atrás de la cabeza... mientras muchos otros le están dando manija a su bronca, acostados, con los ojos abiertos y los puños cerrados. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 12)

Veo puntos negros. Primero la fiebre y a ahora esto. Estoy tirado en medio de un pasadizo secreto, con un arma en la mano. Se la hice demasiado fácil al policía de mierda, que me creyó sospechoso desde un principio. Ricky ya no está, obviamente. Hasta que prendieron las luces otra vez, el verdadero asesino ya volvió a su celda y se hizo el dormido. 
Me duele... creo que la bala me atravesó a la altura de los riñones... Podría intentar decirles la verdad, y ahorrarles más muertes. No me van a creer. Pero al menos me voy con la conciencia limpia de que intenté ayudarlos hasta último momento... No. Gastar mis últimas energías en eso, no tiene sentido. Ricky tenía razón. Somos todos egoístas. Tampoco me importó que hubiese otras 11 víctimas además de Cecilia en aquella explosión, que ahora me parece tan lejana. Ahhh.. Cecilia. Ahora más que nunca pido que haya una vida después de la vida, para verte otra vez.

Jennings, a escondidas, decidió hacerle una visita a Jorge Taffarelia en su celda de aislamiento. Estaba convencido de que, esa vez, iba a lograr sacarle toda la verdad. Primero, necesitaba de la ayuda de su antiguo colega.

-Policía bueno, policía malo. Como en los viejos tiempos, Cucho.

-¿Cómo hiciste para conseguir las llaves?

Jennings señaló al guardia negro. Roncaba y se babeaba, durmiendo profundamente sentado en su silla.

-No me extraña que siga habiendo asesinatos con este nivel de seguridad.

Carboni y Jennings se aproximaron al cuarto de Jorge. Ni siquiera imaginaron que, un par de habitaciones más lejos, la celda correspondiente a Ricky estaba vacía.

-A ver... Celda 3, ésta tiene que ser la llave.

Adentro no había nadie. Una baldosa floja conectaba con un pasadizo secreto.

-La puta madre. Yo sabía. ¡Cucho!

El detective saco dos pistolas, y le cedió una a su compañero.

-Hora de tu reivindicación.

Se metieron por un largo pasillo. Al final del mismo, una escalera los conectaba con una especie de laboratorio. Al pie de la escalera, los policías reconocieron a Jorge: Estaba de pie, sosteniendo una pistola.

Carboni intentó concentrarse. Jorge parecía querer levantar el arma.

-No falles, no falles, no falles.

El ex policía disparó, y al mismo tiempo las luces se apagaron.

-¡Le di! Creo que le di.

Jennings se apresuró a prender las luces otra vez. Jorge yacía en el suelo, malherido.

-¡Dame eso!

Le sacó el arma de las manos a Jorge. No había nadie más en ese laboratorio. En los estantes había todo tipo de venenos y otras sustancias.


EPÍLOGO

Es mi última chance de hacer algo útil por un mundo al que no voy a pertenecer más. 

Con la boca ensangrentada y agonizando, Jorge escupió sus últimas palabras:

-Bienvenido al instituto, detective. Cuando le llegue el turno, elija la opción indolora.

FIN







martes, 16 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 11)

¿En qué momento dejé de percibir la realidad? Me confundo. Dios, la fiebre me está matando... Aunque prefiero morir ahora, por enfermedad, y no ser víctima de una eventual tortura por parte de otro ser humano. ¿Estoy loco? Lo único que me mantiene conectado con el mundo real es el encapuchado, que me arrastra por este pasillo interminable. No es una alucinación. No puede ser que todos hayamos imaginado lo mismo... ¿O yo imaginé todo desde el principio?... Me va a explotar la cabeza. Quiero morir ya... YA ¡AHORA!  

-¿Me vas a matar?

El encapuchado sentó a Jorge en un diván y se quedó parado, de espaldas.

-Definí matar.

-Ehh... ¿Sacarme la vida? No me hagas pensar, no me siento bien.

-Quizás ya estés muerto desde hace mucho.

-¿Qué?

-Hay muchos muertos en vida. Gente que falla en un objetivo clave... o personas que sintieron que se les murió algo ante alguna pérdida. Incluso personas que ya cumplieron sus objetivos. Suponiendo claro, que haya objetivos. Es muy loco ponerse a pensar estas cosas. ¿Para qué estamos?

Jorge apenas podía seguirle el hilo de la conversación al encapuchado. Intentó ponerse de pie, pero rápidamente se sintió mareado y aturdido y volvió a sentarse.

-Tu enfermedad es tu propia prisión. Podría inmovilizarte para evitar que intentases atacarme, pero perdería un poco el riesgo... la diversión del asunto.

-¿Puedo atacarte? ¿Sos real?

-Estás hablando conmigo ¿No? Soy real, al menos para vos.

-¿Cecilia?

Hubo un silencio. Luego el encapuchado soltó una carcajada.

-JAAJAJJAJAJAJA. Es muy fácil adivinar por quién está internado cada uno de ustedes. Todos creen que soy algo así como la materialización de la persona que perdieron.

Jorge no respondió.

-Ahora bien. Si fuese... ¿Cecilia dijiste?... ¿Hay algo que quieras decirme?

-Perdoname. Fui un egoísta. Y vos hiciste bien en remarcármelo, amor.

-¿No somos todos egoístas, en algún punto? Digo, la naturaleza humana en sí es egoísta. Nuestro instinto de superación implica dejar al prójimo en el camino en pos de demostrarle que podemos llegar más lejos de lo que incluso pueden soñar. Si ese es el motivo de tu internación, esto va a ser más fácil de lo que pensé.

-¿Sos un psicólogo?

-Digamos que soy... un tratamiento más efectivo del que proponen acá. Pero la pregunta no es quién soy yo. La pregunta es ¿Quién sos vos?

-Jorge Taffarelia. Tengo 32 años. Soy viudo...

-Okey. Hasta ahí. ¿No se nos ocurre nada, y empezamos a contar nuestros problemas, no? Lamento informarte que seguís en tu etapa egoísta.

-¿Vos sos el asesino?

-Todos son sus propios asesinos. O al menos siempre hay un porcentaje de responsabilidad propia en nuestra respectiva muerte. Es algo que me enseño el doctor Kanemann. Y sí. Yo fui su asesino material... Pero el fue gran responsable, por convertirme a mi en un muerto en vida.

-Me hacés acordar a un delantero de un equipo de Nuñez.

-Sí. Somos todos peores que él. Por algo él y su mellizo juegan en la primera de dicho equipo, y nosotros no.

Jorge estaba a punto de perder la conciencia. Volaba de temperatura. Aún así intentó seguir la conversación.

-¿Me vas a matar?

-¿Querés qué lo haga?

Jorge no respondió. No entendía a qué se debía la pregunta.

-La muerte es una posibilidad. Es revelar el misterio número uno por naturaleza... o no. Lo más probable es que no se tenga ningún tipo de conciencia al estar muerto. ¿Quién sabe? Pero lo que te voy a decir es una realidad: no estás mejor acá, en esta vida.

-¿Eso es lo qué hacés? ¿Convencer a todos que la muerte es mejor? ¿No te parece una solución cobarde?

-En algún momento de tu vida seguramente te lo planteaste. Yo te puedo decir que no tiene caso luchar por... nada en concreto. Porque eso es lo que te espera allá afuera. NADA. Nadie te regala nada. A nadie le interesa que vos te cures y salgas por la puerta del frente. Al instituto le sirve que te quedes de por vida. Al detective que está dentro, le sirve resolver el caso para aumentar su prestigio... ni siquiera se preocupa por la seguridad de la gente. Mi solución es fácil: indolora, si así me lo pedís.

-¿Y si te digo que no quiero morir?

-Entonces levantate y volvé a tu celda. Para ser el más cuerdo de todos los que están acá, sos bastante estúpido.

-¿Los demás accedieron a morir?

-Inconscientemente siempre quisieron morir. La mayoría eligió la manera indolora, y los comprendo... ya sufrieron bastante en vida.

-Salvo...

-Salvo Noelia, si. No solo disfrutó del dolor, sino que me pidió especialmente que le complicase la vida a quien la molestó durante sus últimos días.

-¿A mi?... ¿Vos sos Ricky?

-¡Felicidades! Sos el primero en adivinar mi identidad.

-¿Cómo? ¿Cómo tuviste tanta libertad para moverte y matar a todos?

-Lo cierto es que la seguridad acá es malísima. Igual, supongo que ya notaste que te traje por un pasadizo secreto. Los hay por todo el instituto. Todos desembocan acá. Acá donde los Kanemann nos torturaban, para avanzar con sus experimentos... Volviendo a lo nuestro...

Ricky buscó algo en un cajón. Sacó una pistola y le apuntó a Jorge.

-¿Estás seguro de tu decisión?

Jorge levantó las manos, y asintió con fuerza.

-Entonces... tomá.

Ricky le dio el arma a Jorge, y le palmeó un hombro.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Es un mundo complicado el que te espera, es mejor que estés bien equipado.

Ricky se alejó. Jorge lo pensó por un momento. Luego, se dio vuelta y le apuntó a Ricky. Las luces se apagaron, y se escuchó un disparo. Pocos segundos después, se oyó un segundo disparo y Jorge cayó al suelo.

 -¡Le di! Creo que le di.

lunes, 15 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 10)

Siempre me pareció que el típico "digo la verdad pero nadie me cree" era cosa de las películas. Nunca pensé que iba a vivir una situación así en carne propia. Hoy soy el sospechoso principal de asesinatos que no cometí... pero la verdad siempre termina saliendo a la luz ¿No?

-¡Eran los medicamentos!

Los resultados de la autopsia de Barragona (la 1era víctima) llegaron horas después de la muerte de Neuro. Jennings estaba furioso con todo el mundo.

-¡Moyano! Ya mismo aísle a los pacientes restantes del sector. Menos a Carboni.

-Discúlpeme detective. Le recuerdo que yo sigo a cargo de este instituto. Usted no tiene derecho a dar órdenes. Además, es imposible que un paciente haya envenenado los medicamentos.

-Lo podría meter preso ahora mismo, por negligencia en el trabajo y por interferir en los avances policiales. Y eso sin contar que usted mismo es un sospechoso. Hágame el favor de obedecer Moyano.

Moyano comenzaba a perder la paciencia también.

-¿Usted sabe, detective, el horror que tuvo que pasar mi familia, por culpa de lo que usted llama "avances policiales"? Creo que usted ya conoce a mi mujer.

-No le entiendo.

-Flavia Grutas. La hermana mayor de Luciano Grutas. ¿Le suena ese nombre?... O quizás le suene "Ezequiel Carboni". Uno de mis pacientes que USTED transfirió a este instituto, para hacerlo zafar de una merecida condena. Diga lo que quiera, pero para mi, ese tipo es tan sospechoso como el resto, y no le voy a dar ningún trato especial.

Antes que Jennings pudiese decir una palabra más, Moyano se dio vuelta y miró al guardia negro.

-¡Por favor! Lleve a todos los pacientes del sector C a los cuartos de aislamiento. A TODOS.

-Si señor.

-Yo tengo que hacer un par de llamadas. Hay que mandar a revisar la última partida de medicamentos.


Esa noche

Jorge, de algún modo, sabía que él era el principal sospechoso. Tenía que encontrar un modo de probar su inocencia, antes de que lo dejaran morir, tirado en esa habitación oscura de paredes acolchonadas.

-Los envenenaron, no hay duda... ¿Pero quién?

-El encapuchado... ¿No te acordás?

Jorge se estremeció. Hasta ese momento, estaba seguro de estar totalmente solo.

-¿Quién está ahí?

La habitación estaba totalmente a oscuras. Jorge temblaba ante la posibilidad de que hubiese alguien más. Nadie respondió.

-Tengo fiebre. Seguro esa voz fue una alucinación.

-La ruta del encapuchado... los experimentos. Tratá de relacionar las cosas, estúpido.

Esta vez la voz sonó muy cerca.

-¿Quién es?.... Estoy enfermo e indefenso. Por favor, déjeme en paz.

Esta vez la respuesta la escuchó en su oído. Jorge tenía a alguien al lado, hablándole.

-¿La querés más fácil? ¿Dónde viste al bendito encapuchado por primera vez?

-¡No se! ¡NO SE! dejame en paz, por favor...

Un sonido muy agudo, como de un micrófono acoplando, inundó la habitación.

ESTÚPIDO! ¡PENSÁ!...- La voz tenía una tonalidad casi demoníaca -La cama de la emo. Abajo. Luego de que me viste...

-¿Te vi?

-En sueños, amor.

-Cecilia...

Unos labios fríos besaron los suyos. Y luego el piso comenzó a temblar. O al menos eso le pareció...

-¡Cecilia!

No hubo respuesta. El piso seguía temblando, cada vez más fuerte.

-¡Volvé, no te vayas! ¡No me dejes!

Una baldosa en el piso se abrió. La luz de abajo le permitió distinguir la silueta de un encapuchado.

-Vení

Jorge, débil como estaba, se dejó arrastrar hacia el pasadizo, en donde sabía que le esperaba una muerte segura.

miércoles, 10 de octubre de 2012

La lógica del garca

Hay errores y abusos por parte de terceros que suelen entorpecer la vida de uno. Fallas en la responsabilidad, discursos dobles en perjuicio de uno y/o conveniencia del otro. ¿Por qué no remarcarlos?

En la jerga cotidiana, aquel que remarca los errores de terceros es uno de los famosos "garcas". Aquellos que suelen generar bronca por materializar con frases irónicas y estúpidas todo lo que uno hace mal. Pero a su vez, toda esa bronca puede ser utilizada para abrir la cabeza y comenzar a corregir esos entorpecimientos. Si realmente nos importa alguien, está bueno no callar este tipo de cosas... le hacemos un bien al otro, remarcándole de manera humorística todo aquello que nos parece que hace mal.

Y si eso es ser un garca, permítanme presentarme como el hijo de puta más grande de la historia. Saludos.


PD: Mañana subo los 2 o 3 capítulos que faltan de Instituto Mental.

martes, 9 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 9)

Se puede soñar y creer que lo que se vive en el sueño es real. Pero no se puede estar en plena vigilia y creer que lo que se vive es un sueño. Eso es un síntoma de mala salud mental.

-¡No puede ser! ¡Me siguen matando a la gente delante de mis narices!

Jennings estaba furioso. Desde su llegada, habían asesinado a dos personas más, y sus avances en la investigación iban demasiado lento. A pesar de todo, Jorge seguía siendo el sospechoso principal.

-Denme una cama en el sector C. Quiero vigilar bien de cerca a ese tipo.

Mientras tanto. Los pacientes se encontraban en la sala de recreación. Habían reforzado la seguridad y ninguno de los pacientes tenía permiso de deambular solo por el instituto. Dentro de la sala se respiraba un aire de tensión y desconfianza. Ricky, a quien jamás se le había escuchado la voz, fue el primero en encarar a Jorge.

-¡Hijo de puta! Vos la mataste.

El joven lloraba, pero caminaba a paso decidido hacia Jorge, con el índice levantado. El guardia negro tomó a Ricky por los brazos y le impidió seguir avanzando.

-¡BASTA! No me obligues a llevarte a aislamiento.

-¡Estás muerto! Date por muerto, hijo de puta.

Ricky logro liberar uno de sus brazos, y se llevó los dedos al cuello en un gesto amenazador hacia Jorge.

-¡Enfermera!... Traiga un tranquilizante para el muchacho.

La enfermera, quien le estaba suministrando un medicamento a Neuro, se levantó y fue a buscar una jeringa.

Ricky tomó asiento ante la mirada atónita del resto de los pacientes. Cuando la enfermera se acercó a darle una inyección, el muchacho le pateó la mano con todas sus fuerzas.

-¡AAAHHH!

-¡BASTA!- Exclamó el guardia -Vas a venir conmigo, pibe.

El guardia salió con Ricky, dejando al resto de los pacientes a cargo de la enfermera. Nadie se animo a acercarse a Jorge... Con excepción de Neuro. Se sentó junto a él, y le habló con una voz grave y pausada. Se notaba que lo habían drogado recientemente.

-Tranquilo macho. Ese pibe tiene un par de trastornos de personalidad.

-Me doy cuenta.

Neuro se acercó más, y le susurró algo al oído.

-Se que no sos el asesino.

-Gracias... ¿Y cómo es que estás tan seguro?

-Porque sé quien es...

Jorge abrió bastante los ojos en señal de asombro.

-¿Quién?

Neuro suspiró y miró al suelo. Se tomó su tiempo para contestar.

-El doctor Kanemann. Él y su tío, son los asesinos.

-Pero ellos... el tío, según tengo entendido, está en juicio. Y el sobrino murió. Era el psiquiatra titular.

-Ya se. No son los asesinos materiales. Pero son intelectualmente los... responsables. ¿Cómo explicarlo?

-No entiendo.

-Voy a ser directo. Acá dentro se llevaron a cabo experimentos muy extraños. Eligen a los pacientes que no tienen familia ni nadie que reclame por ellos. Y les hacen todo tipo de torturas. Bah... les hacían.

-¿Y usted cómo lo sabe?

-Yo fui uno de ellos. Y a mi me tienen drogado para que no hable con nadie. Pero se muchas cosas sobre este lugar.

-¿Sabe quien es el asesino?

Neuro asintió.

-Gracias a usted, estos experimentos no se van a hacer más.

-No entiendo... ¿Quién es el asesino?

-Gracias a usted...- Reiteró Neuro -Y a su mujer, por explotar con el auto de Kanemann Tío.

Jorge se sorprendió. Ya comenzaba a ponerse nervioso.

-¿El dueño? ¿Usted cómo sabe todo esto?

Neuro se tomó el pecho, como si le costara respirar. Aún así se las ingenió para seguir hablando.

-Si todo sale como debería, yo voy a estar muerto en pocos minutos. Es lógico. Creo que mi objetivo en el mundo ya se cumplió. Así que voy a ser breve: este lugar es una tapadera de un laboratorio totalmente ilegal, manejado por Kanemann tío y Kanemann sobrino.... La ruta del encapuchado es la clave.

Neuro se tomó la zona estomacal. La enfermera advirtió la situación y se acercó lo más pronto que pudo.

-Mucha suerte, macho.

El hombre de pelo largo vomitó y comenzó a convulsionar. Antes de que la enfermera pudiese aplicar cualquier maniobra de primeros auxilios, Neuro se quedó estático, abandonando el mundo para siempre.

lunes, 8 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 8)

El archivo de Carboni (Hace un año)

Me llamo Ezequiel Carboni, tengo 28 años. En algún momento de mi vida fui policía. Luego fui preso. Y ahora, estoy en un loquero. Cuando ingresé a la fuerza, conocía perfectamente los riesgos que asumía contra mi propio físico. Me gustaba saberlo, era parte de la diversión ante el peligro. El riesgo, la adrenalina, todo era parte de algo que yo estaba dispuesto a aceptar en pos de colaborar para una ciudad más segura. Ernesto Jennings fue mi compañero de patrullero durante gran parte de mi estadía en la fuerza. Bah, compañero... fue como un maestro para mi. Él luego se volvió detective de homicidios. Él era el intelectual, yo era más de irme a los tiros.

Como dije antes, sabía los riesgos para mi mismo, pero nunca llegué a comprender la parte de "riesgo para los demás". Y los había... es algo que comprendo ahora, cuando ya es demasiado tarde. 
El 26 de junio de 2008, un operativo común... pero de esos "comunes" que guardan una sorpresa desagradable en su interior. En sí, era un asalto con toma de rehenes en un boliche. Falló el cacheo, y un chico entró con un arma. Sumale el alcohol y andá a saber que otra sustancia tenía encima... la cosa se puso fea. Uno de los pibes de la barra, llamado Luciano Grutas fue quien nos llamó a escondidas. No me voy a olvidar nunca más ese nombre.

Fuimos 3 patrulleros, un total de 6 policías, entre los que estaba yo. En general, un pibe solo que se ve acorralado, se entrega. Pero éste estaba convencido que iba a poder llevarse toda la recaudación de la caja del boliche, matarnos a los 6 y escaparse. Y comenzó el tiroteo... Cabe aclarar que, salvo nosotros y el pibe del arma, estaban todos tirados en el suelo, con las manos sobre la cabeza. El pibe estaba detrás de la barra, y cada tanto se asomaba y disparaba. Uno de los que entró conmigo al boliche, recibió el primer impacto. Nada grave, el chaleco antibalas absorbió la bala, pero aún así mi compañero cayó para atrás. Me di vuelta un segundo, para comprobar su estado. 

Cuando miré para adelante, mis reflejos se activaron al ver a alguien de pie y disparé... una centésima de segundo después me di cuenta que no era el asaltante. Y un segundo después, mi vida cambió para siempre. La bala rebotó en el cuello de Luciano Grutas, el chico de la barra... el que solicitó nuestra ayuda. En un inocente.

En ese momento no me importó que el tiroteo seguía, me levanté y corrí hacia la barra. El asaltante salió y yo le disparé en la mano, terminando así con el problema más pequeño de los que tenía en ese momento. Lo vi a Luciano tirado en el suelo. Perdía sangre por la boca y por la herida en el cuello. Tenía los ojos muy abiertos. Las pupilas verdes dilatadas. Lloré y le pedí perdón. Con sus últimas fuerzas levantó su mano y agarró mi brazo derecho. Me dijo "quedate... quedate conmigo". Murió a los pocos segundos, y creo que algo de mi se murió con él. 

Jennings movió contactos para que me consiguieran el mejor abogado. No le pedí que lo hiciera... pero así fue: me dieron sólo 1 año y medio por homicidio culposo. Salí un tiempo antes por libertad condicional. Y hace un tiempo la brigada firmó los papeles para ingresarme acá y terminar de superar el trauma. 

Creo que la familia de Luciano Grutas me quiere muerto. Créanme, yo también.

domingo, 7 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 7)

Qué línea tan delgada la que separa la realidad de la fantasía. Perceptible, pero finísima a su vez. ¿Pueden mis fantasías meterse en la realidad de todos, llevándose todo por delante?

Mientras el operativo de esa mañana se llevaba a cabo, los pacientes del sector C fueron trasladados al salón de recreación. Juegos de mesa, una televisión, diarios y todo el entretenimiento posible para distraer a los internados de la horrible noticia de esa mañana. Jaime Barragona, el paciente de 85 años, se había acostado a dormir la noche anterior y nunca más despertó. El clima estaba demasiado turbio como para creer que se trataba de una muerte natural.
En el dormitorio, los forenses se estaban llevando el cadáver del anciano en una camilla. Jennings observaba una lista con los pacientes restantes. Moyano miraba la escena con cara de preocupación.

-¡Muchachos, quiero que en la autopsia busquen cualquier indicio de envenenamiento! Me parece que podemos estar ante un asesino serial.

Luego pasó el dedo por la lista de pacientes.

-¿Quién es este Jorge Taffarelia?

-Un viudo. Está internado de forma voluntaria.- Respondió Moyano.

-¿De forma voluntaria eh?.... ¿Está residiendo acá desde anteayer a la tarde?

-Así es.

-Me parece que va a ser el primero que voy a interrogar.

La vista de Jennings se detuvo en otro nombre de la lista.

-No, espere. En primer lugar quiero hablar con Ezequiel Carboni.

-¿Sospecha de él?- El rostro de Moyano sonrió automáticamente

-No. En este momento es el único del que no sospecho.

En el salón de recreación

-Necesito que me cuentes más sobre ese "encapuchado"

Jorge se llevó a Noelia a un rincón apartado dentro de la sala de recreación. La enfermera de turno estaba administrándole calmantes al paciente de pelo largo, a quien llamaban "Neuro". Graciela (la paciente corpulenta y cuarentona) jugaba una partida de ajedrez con Ricky (el joven de barbilla grande). Fa miraba la televisión y conversaba con Carboni. El guardia negro cabeceaba de sueño.

-¿Qué más querés saber? Ya te dije que él sabe que lo viste...- Respondió Noelia con impaciencia

-Estoy seguro que te dijo algo más. Algo que te hizo llorar en la noche. Y algo que te hizo llorar al día siguiente.

Noelia suspiró antes de responder.

-Estamos todos muertos.

Jorge intentó conservar la calma.

-¿Por qué decis eso?

-Porque soy una loca de mierda ¿Sabías?... Mi papá se murió, yo colapsé... empecé a ver fantasmas en todos lados. Empecé a hacerme daño...- Noelia se levantó las mangas y le mostró cicatrices. - Mi mamá se asustó... ¡Y hace años que estoy en este lugar de mierda viendo fantasmas!

Algunos en la sala se dieron vuelta, para ver de donde venía esa discusión. Jorge intentó bajar la voz para responder.

-Pero yo también vi lo mismo. El encapuchado no es un fantasma... es un ser de carne y hueso. Posiblemente sea el asesino del doctor... y de Jaime.

-¿Cómo sabés qué no estás viendo fantasmas vos también?

-Yo también veo los míos... Pero no puede ser que compartamos la misma alucinación. El encapuchado es real.

-¿Está todo bien por acá?- El guardia negro se despertó y se les acercó.

-Si si- Respondió rápidamente Noelia.

-Anden con cuidado chiquis- Respondió el guardia y se alejó nuevamente.

Noelia miró nuevamente a Jorge.

-Estamos todos muertos. Vamos a morir uno por uno. Y no hay nada que el detective o cualquier fuerza de seguridad pueda hacer. ¿Querías saber qué me dijo el encapuchado? Ahí tenés. Espero que puedas vivir tranquilo.

Noelia se alejó pisando fuerte. La puerta se abrió y Moyano ingresó con una sonrisa sobradora.

-A ver, enfermos mentales. Un minuto de su atención. Vos rubiecito, vení conmigo afuera. El nuevo también.

Jorge y Carboni salieron. Moyano sin decir palabra los acompaño hasta una sala en donde, detrás de un escritorio, el detective Jennings ordenaba unos papeles.

-Qué pase el nuevo primero.

La tensión en el rostro de Carboni pareció aflojarse cuando vio al detective detrás de la mesa. Él y Moyano se quedaron solos afuera mientras Jorge ingresó a la sala de interrogatorios improvisada.

-Escuchame una cosa- Le susurró Moyano a Carboni -No se qué carajo le dijiste al detective, o de dónde se conocen, pero yo no confío en vos, para nada. Te voy a tener vigilado de cerca.

Carboni pareció alegrarse.

-¿Así que ya no estoy entre los sospechosos? Qué lástima doc... no va a tener ninguna excusa para castigarme.

-No estés tan seguro Carboni. Yo que vos camino con cuidado.

Un rato después, Jorge salió de la sala. El detective Jennings hizo pasar a Carboni, y le pidió un par de cosas a Moyano.

-Por favor, vaya llamando a los demás pacientes. Y usted, Taffarelia, espere afuera y vuelva con Carboni.

En la sala de interrogatorio

-Escuchame una cosa Cucho- Jennings se dirigió a Carboni con ese apodo- Este tipo es el sospechoso número 1. Vos vas a ser mi espía, quiero que vigiles todos sus movimientos. Que andes siempre cerca de él, y me cuentes todo lo que hace. Yo voy a pasar unos días más acá.

-Ernie... no me van a dejar hablar con vos. Moyano está a cargo, y me odia. Va a hacer lo posible para entorpecerme.

-Tenés mi autorización para salir de cualquier sala o terapia y hablar conmigo. Sino, yo voy a tratar de llegar a vos. Pero es importante que nadie sepa que nos conocemos. Es peligroso para vos...

-Ya de por sí es peligroso estar siguiendo al tipo este que querés que siga, Ernie.

-Tratá de no hacerlo tan evidente. Hacete amigo del tipo... que no parezca que lo estás espiando.

Carboni suspiró, y luego asintió con la cabeza.

-Voy a hacer lo posible.

-Lo se.

Jennings miró a Carboni y le palmeó un hombro.

-Vas a volver Cucho... te lo prometo.

Carboni salió de la sala. Jorge estaba de pie, apoyado contra una pared. Del otro lado, Moyano y el guardia negro traían a Fa y a Graciela hacia la sala de interrogatorio.

-Vuelvan a la sala de recreación con los demás. Ojo con lo que haces Carboni...- Moyano les señalo el pasillo por donde tenían que volver.

Doblaron por un pasillo que a Jorge le pareció familiar. Ascensor, baños, 6 puertas en el pasillo.

-El pasillo de mis pesadillas...

-¿Cómo?

Jorge se detuvo por un momento y se tomó la cabeza. Su mirada se detuvo en algo que había en el piso, debajo de la puerta del baño de mujeres.

Carboni miró al suelo también y se cubrió la boca con una mano.

-Sangre

Abrieron la puerta del baño y un escenario horrible les penetró la vista. En el suelo, delante de una de las canillas, el cuerpo apuñalado de Noelia perdía sangre. A su alrededor, el agua y los espejos rotos adornaban la siguiente escena del crimen.

viernes, 5 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 6)

Qué misterio que resulta ser la muerte. Incalculable, sorpresiva. Podemos calcular el día del nacimiento de un nuevo ser. Pero la defunción es algo que aún lleva un enorme signo de pregunta. Cuesta asimilar que aquel hombre que el día anterior me dio la bienvenida al instituto, hoy se despida del mundo. 

En el despacho del director, el detective de homicidios Ernesto Jennings interrogaba a una enfermera. Un fotógrafo retrataba la escena del crimen. Sentado delante del escritorio, el cadáver del doctor Kanemann no presentaba ninguna herida visible.

-Le juro señor, que en ningún momento vi entrar al doctor al despacho- Repitió la enfermera mientras el detective hacía sus anotaciones.
-¿Pero usted estaba en la recepción, exactamente afuera de este despacho?
-Así es señor. Desde las 9.
-¿No escuchó ningún golpe o ruido fuera de lo común?
-No... no recuerdo.
-Es probable que lo hayan traído muerto... o que haya entrado antes de las 9. ¿Nadie más entró?
-No señor. Al menos no por la puerta que da a la recepción.
-No hay otra puerta... o no parece haberla.

El detective se acercó a la ventana detrás de la silla donde yacía el cadáver.

-Mmm cerrada por dentro.

Jennings revisó el cuerpo. Le levantó una manga y enseguida notó un punto muy pequeño de sangre seca. A la altura de las muñecas tenía marcas de cinturón. Y tenía pegoteada la zona alrededor de la boca.

-Mmm... ¿Inyección?... Le ataron las manos a una silla, le pusieron cinta en la boca... y le inyectaron algo. ¿Veneno?

Miró el suelo y las paredes. Luego, el cesto de basura en una de las esquinas.

-Nada. Obviamente, la jeringa, el veneno, la cinta... las pruebas, no están en este cuarto.

La enfermera, nerviosa, continuaba de pie contra una de las paredes.

-¿Ya me puedo ir, detective?

Jennings, pensativo, miró a la enfermera, y luego a su fotógrafo.

-Señorita, resérveme una habitación en el instituto. Creo que voy a pasar un par de noches en este lugar... Es posible que el asesino siga acá dentro... Loyola -Señaló a su fotógrafo- Llame a los forenses y dígales que se lleven el cuerpo y determinen si el doctor fue envenenado.

-Si señor.

Esa noche

Jorge y los pacientes del sector C estaban shockeados por la noticia. Carboni, el paciente rubio, conversaba con Jorge, Fa y Noelia, la paciente más joven.

-Fue el hijo de mil puta de Moyano, estoy seguro. Ahora que no está ni el director titular ni el sobrinito Kanemann, él es el director designado. Demasiada casualidad.

-Estás mezclando los hechos con lo personal- Le respondió Jorge, pacíficamente.

-No. Fue él, estoy seguro. Conozco este tipo de casos... yo era policía antes... antes de que me trajeran acá.

-¿Y por qué te internaron?- Preguntó Jorge

-Larga historia...

-De todas formas- Agregó Fa -Hay un detective de homicidios en el instituto. Y los guardias están alertados. Difícilmente el asesino vuelva a actuar.

-Yo no estaría tan segura- Respondió Noelia, con preocupación.

La enfermera a cargo, le estaba suministrando pastillas para dormir al paciente más viejo. Los otros 3 pacientes del sector ya estaban acostados en sus respectivas camas.

-¡Gente, hora de dormir!- Anunció la enfermera. -¡Voy a apagar las luces! Buenas noches.

Carboni y Fa se dirigieron a sus camas. Noelia se acercó a Jorge y le dijo algo al oído.

-Yo también lo vi

-¿A quién?

-Al encapuchado... y él sabe que lo viste también.

Dicho esto, Noelia también enfiló hacia su cama.

Las luces se apagaron y Jorge, asustado, se sumergió en sus habituales pesadillas.

Pasaron un par de horas hasta que Jorge abrió los ojos. De pie, delante de su cama, Cecilia lo observaba mientras movía sus dedos ennegrecidos en una especie de saludo.

-Me imaginé que ibas a terminar en un lugar como este- Su difunta mujer le hablaba con una voz grave y ronca.
-¿Qué querés? Sabés que estoy acá para olvidarme de vos
-¿De mi? ¿O de tu error y sus consecuencias?

Jorge no respondió.

-Hipócrita. Sos un egoísta más. Toda la humanidad tiende hacia el individualismo... Son cosas que uno aprende viéndolas... desde afuera.

-Vos no sos Cecilia- Respondió Jorge al borde del llanto

-¡NO! ¡SOY UNA PUTA ALUCINACIÓN DE TU MENTE ENFERMA!

El grito rebotó por toda la habitación, aunque nadie de los que dormía pareció notarlo.

-Esto es una pesadilla... me quiero despertar.

Jorge bajó la vista y la cara quemada de Cecilia se le apareció a 2 centímetros de la suya. El susto lo hizo caerse de la cama. Antes de que despertase, Cecilia le señaló una de las camas.

-¿Qué le hiciste?- Preguntó Jorge en un susurro

-¿Yo? Nada, amor...

Cecilia volvió a hacer el gesto con los dedos en señal de saludo, guiñó un ojo y desapareció.

Al día siguiente, el primero de los pacientes muertos en el sector C fue la noticia del día.





jueves, 4 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 5)

¿Por qué será que algunas personas viven situaciones tan insólitas y rebuscadas? A veces pienso que nuestras vidas están escritas por algún enfermo mental de los que están internados acá de manera forzada. Drogados, en un cuarto con paredes blancas. Lo único que tienen a mano es un papel y un lápiz.... ni siquiera energía suficiente como para usarlos como armas suicidas. Entonces escriben... proyectan la violencia que tienen dentro en sus personajes. Y esos personajes conforman el mundo que conocemos. Si es así, le pido encarecidamente al enfermo que escribe mi vida, que me otorgue una existencia pacífica... o que me mate rápidamente. 

Esa mañana, el ambiente estaba colmado de un silencio incómodo y miradas preocupadas. Los ocho pacientes del sector "C" (entre los que estaba Jorge) se encontraban reunidos en un salón, donde al parecer se hacían las habituales terapias en conjunto. Jorge se sentó en un sillón azul, algo polvoriento, junto a un hombre corpulento de melena rubia oscura. Delante de ellos, una mesa de café los separaba del sillón de enfrente, ocupado por un hombre mayor (de unos 85 años, a simple vista), y un joven encorvado, de barbilla prominente y cabello negro peinado hacia adelante. En otro sillón, una mujer de no más de 25 años, miraba el suelo con las manos en la cabeza. De pie, detrás de ella, un joven de piel oscura y corte militar, golpeaba el piso con uno de sus pies, como gesto de impaciencia. Los 2 pacientes restantes eran una mujer gorda, que permanecía sentada mirándose las uñas, y un hombre con pelo largo atado en una cola de caballo, de pie en un rincón. Parado junto a la puerta, un guardia negro similar a Michael Duncan los miraba a todos en silencio.
El morocho de corte militar fue el primero en perder la paciencia.
-¿¡DONDE CARAJO ESTÁ EL PSIQUIATRA!? NO TIENEN UN MÍNIMO DE RESPONSABILIDAD
-Calmate Fa- Le respondió el guardia con una voz grave y gutural.

El morocho al que apodaban Fa, golpeó el sillón donde estaba sentada la mujer joven. La misma dio un salto del susto.

La puerta se abrió de golpe, y un hombre de anteojos, barba candado y cejas pobladas ingreso con paso firme. El rubio sentado junto a Jorge se movió en su asiento con cierta incomodidad.

-¡Muchachos! Se calman todos, tengo noticias para darles.

-Que mal me cae este tipo- Susurró el rubio

-El doctor Kanemann se tomó licencia anoche... Yo voy a ser su reemplazante hasta que vuelva. Les guste o no- Agregó esto último mirando al rubio, sentado junto a Jorge.

-Como ustedes sabrán- Prosiguió el hombre de barba candado- El instituto está con ciertos problemas a nivel directivo. El actual director se encuentra en juicio... Pero eso es algo que no debe preocuparlos por el momento. El doctor Kanemann, sobrino del director era candidato a reemplazarlo. Pero dadas las circunstancias...

Dejó la frase en el aire, y saboreó la tensión lograda. Miró a Jorge:

-Usted debe ser el nuevo. Me presento: soy el doctor Juan Carlos Moyano. La mayoría de los pacientes ya me conocen. Suelo oficiar de supervisor en las sesiones de Kanemann. Haga el favor de presentarse.

Jorge se aclaró la garganta y comenzó a hablar:

-Soy Jorge Taffarelia, tengo 32 años. Soy viudo... y esto es un poco lo que me trajo hasta acá.

-Su mujer era la chica del cigarrillo, ¿no? La de la explosión.

Un nuevo silencio invadió la sala.

-Conteste hombre- Agregó Moyano al no recibir respuesta.

-Sí, dicho detalladamente... así es.

-Ahora gente, cuéntenle todos a Jorge por qué están acá.

-Permítame interrumpirlo doctor- El rubio saltó de su asiento enojado -Al hacer esto estamos retrocediendo muchísimo los progresos que veníamos logrando con el otro doctor.

-¿A qué le tiene miedo, Carboni? ¿A admitir que es un asesino?

Al hombre rubio se le notaba la furia, pero aún así tomó asiento y se quedó en silencio.

Antes de que Moyano pudiera seguir hablando, la puerta se abrió nuevamente. Un hombre flaco, vestido igual que el guardia negro, entró de golpe en la sala.

-Doctor.... tenemos un problema. ¿Puede salir un segundo?
-Estoy en medio de la terapia, diga lo que tenga que decir acá mismo.
-No se si eso sea lo más conveniente doctor.
-Yo soy el que decide qué es conveniente y qué no. ¡Hable!
-Es el doctor Kanemann...- El guardia flaco se quedó en silencio mientras comenzaba un leve murmullo entre los pacientes.
-¡Cállense! ¿Qué pasa con el doctor? Tengo entendido que estaba de licencia.
-"Licencia" es una forma extraña de decirlo, doctor... Apareció muerto en el despacho del director.

La sala se quedó en silencio. La paciente más joven comenzó a llorar.  

sábado, 29 de septiembre de 2012

Instituto mental (Parte 4)

-Creo que no hay un silencio más incómodo que el que ocurre luego de un comentario accidental sobre un difunto. En el funeral de Cecilia, alguien dijo "Que seremos para las estrellas que viven una eternidad... un fósforo que se prende y se apaga". Sin mala intención, pero se dio aquel cese de voces tan común y a la vez tan... sepulcral. "Perdón", dijo luego.

Jorge despertó en el suelo de un pasillo oscuro y ancho. Unos pocos metros a su derecha había un ascensor automático con puertas plateadas. A su izquierda, una puerta con un cartel, imposible de leer debido a la oscuridad. Delante de él, el pasillo tenía unos 60 metros de largo. Había 3 puertas de cada lado, y una escalera al fondo a la izquierda. Detrás suyo, había otras dos puertas. Una azul con el dibujo de un hombre, y otra rosa con el dibujo de una mujer. Baños.

-Ya estuve acá.

Se incorporó y comenzó a caminar. Rápidamente sintió un leve mareo y un dolor intenso en la zona cervical. Se detuvo un momento y se masajeó el cuello. Por más que intentaba, no recordaba donde estaba exactamente ni en qué momento se había quedado dormido en el suelo.
Continuó caminando por el pasillo. El eco de sus pasos era el único sonido que se podía apreciar, y la única fuente de luz parecía venir de la última puerta de la derecha. Un débil destello anaranjado provenía del interior de aquel cuarto. Se dirigió lentamente hacia allí, intentando encontrar el origen de aquella luz.

- ... Shhh.

Jorge se paralizó, y algo tan primitivo como el miedo a la oscuridad surgió de sus entrañas. En ese momento supo que no estaba solo en aquel pasillo. Escuchó pasos detrás de él. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el último cuarto de la derecha.
Era una habitación amplia, con 4 camas de cada lado. Al fondo, una chimenea iluminaba levemente el cuarto. Se acercó lentamente al fuego, intentando tranquilizarse.

Nuevamente algo sonó detrás de él... un sonido metálico, como una moneda cayendo al suelo. Jorge tembló de miedo, y lentamente se dio vuelta. La puerta por la que había entrado momentos antes seguía abierta, pero no había nadie allí parado.
La tercera cama de la izquierda, contando desde la puerta, estaba ocupada. Se acercó y se sorprendió de verse a si mismo durmiendo en ella.

Una sombra se reflejo en la pared, como si alguien hubiese pasado caminando junto al fuego. Giró sobre sus talones.... Nadie. Volvió a mirar hacia la cama.... y allí estaba.
Parada junto a su cuerpo dormido, Cecilia lo observó fijamente, con una mirada que denotaba odio. Su piel estaba quemada. No tenía pelo. El labio superior dejaba entrever unos dientes amarillentos. Pero no había duda que era ella. Cecilia levantó uno de sus brazos calcinados, y golpeó con fuerza el cuerpo dormido de Jorge, mientras un grito ensordecedor invadió toda la habitación.

Jorge despertó, transpirando, en su cama del instituto. Se encontraba en el cuarto que acababa de ver en sueños. Con el corazón latiendo con fuerza, observó su entorno. Cecilia ya no estaba. Todas las camas estaban ocupadas por sus compañeros de habitación. Todos profundamente dormidos, con excepción de la mujer en la cama junto a la suya. Lloraba.
Antes de dormirse nuevamente, le pareció ver a alguien más. Alguien encapuchado, debajo de la cama de al lado.

martes, 25 de septiembre de 2012

Instituto mental (Parte 3)

-Creo, doctor, que en las centésimas de segundo previas a un desastre, nuestro cerebro comprende todo acerca de todas las cosas. Y aquel conocimiento se va... simplemente desaparece en el segundo siguiente, reemplazado por la angustia y el dolor.

En el hospital

Jorge hundió la cabeza en sus brazos, dispuestos en forma de almohada, y en esa posición lloró desconsoladamente. El psiquiatra sacó de una carpeta unos papeles y se los acercó a su paciente.

-Quiero que comprenda, señor Taffarelia... Jorge. Quiero que quede claro que este tratamiento es opcional. Quizás sea aun muy pronto para usted.

Jorge levantó la vista. En su mano tenía la foto que le habían alcanzado momentos antes. Cecilia, en la playa. Ella le había dicho que recostarse a mirar el cielo azul despejado era la mejor manera de sentirse vivo. Y que ese momento era simplemente perfecto.

-Quiero hacerlo ahora. Estoy listo, doc.
-Me alegro, Jorge. Necesito que firme estos papeles.
-¿Para qué son?
-Es una confirmación. Básicamente dice que usted se está internando y sometiendo a nuestro tratamiento en forma voluntaria.

Jorge asintió. El doctor se tomó unos instantes para que su paciente leyera el papel, y luego agregó:

-Todos en este lugar están intentando superar una pérdida. Y créame, usted se lo ha tomado demasiado bien.
-¿En qué sentido?
-Bueno... no todos están internados de forma voluntaria. Algunos eligen como método de descarga hacerle daño a otros... o a sí mismos. Esos requieren de un tratamiento prolongado. Algunos incluso, están de forma permanente. Con esto no quiero asustarlo... simplemente quiero que vaya conociendo su entorno. Usted no va a correr ningún peligro, eso se lo puedo asegurar. Pero va a tener algunos horarios en común con personas... un tanto más perturbadas que usted.
-Entiendo.
-Usted decide, Jorge.

Le señalo nuevamente el papel y el bolígrafo junto a él. En la mente de Jorge, el saludo de Cecilia a través del vidrio del bar Richards se repetía una y otra vez. Pero ahora no estaba seguro si se trataba de el planeado reencuentro, o de una despedida.
Se dio un par de golpecitos en la frente con la lapicera, y acto seguido firmó los papeles.

-Bienvenido al Instituto, Jorge.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Instituto mental (Parte 2)

-Imposible que nadie más haya visto semejante pérdida...

4 DÍAS ANTES

-¿No ves que estoy cruzando, animal?
-¡Usá la senda peatonal, estúpido! Las líneas blancas, ¿Las ves?
-Tocás bocina al pedo, ya estaba casi pisando la vereda.

La discusión entre aquel hombre de anteojos y barba oscura, y el hombre mayor de bigote blanco y vestimenta formal eran el centro de atención de toda la avenida a esas horas de la tarde. Nadie pareció notar el charco de nafta que estaba dejando el Citroen azul que acababa de estacionar el hombre más viejo. Sus zapatos recién lustrados estaban pisando una baldosa llena de líquido inflamable proveniente de su propio vehículo, que se encontraba estacionado detrás de él, pegado al cordón de la vereda.
El hombre más joven dentro de aquel fuerte cruce verbal, fue el primero en notar el peligroso desperfecto.

-Tenga cuidado la próxima vez. Le recomiendo a partir de ahora mirar mejor por donde pisa.- Agregó Jorge.
-¿Me está amenazando joven?
-No. Sólo le estoy advirtiendo. Quizás el destino le tenga preparada una mala jugada.
-Ya va a oír hablar de mi. Se lo juro- Exclamó furioso el hombre viejo, y se alejó pisando fuerte.

Jorge, todavía observado por mucha gente en la avenida, se metió al bar Richards. El lugar no era muy grande. Apenas había 4 filas de 4 mesas cada una (un total de 16 mesas). Ricardo, sin proponérselo, le salvó la vida a su cliente.
-¿Qué tal maestro? Tanto tiempo. Venga, siéntese al lado del mostrador, así conversamos.

El dueño del bar le señaló la mesa del fondo a su habitual cliente. Jorge devolvió el saludo y agregó:
-Qué mal humor que tengo. Casi me agarro a las piñas con el tipo ese. Decí que es un viejito de mierda, sino te juro que lo cagaba a piñas.
-No se haga mala sangre, amigo. Muchos se creen los dueños de la calle. La solución es simple: si lo insultan, ignore. Si lo tocan, denuncie.
-Por suerte hoy vuelve mi mujer, de Estados Unidos. Se casó la hermana.- Jorge miró su reloj y agregó- Tiene que estar por llegar.
-Me alegro maestro. ¿Y usted no la acompañó?
-Sinceramente no me gusta viajar.

Jorge se rió. En su bolsillo comenzó a sonar Get Out The Door de Velvet Revolver, y rápidamente contestó su celular.
-Hola
-Hola amor. Ya casi estoy llegando.
-¿Cómo la pasaste?
-Terrible. Mi mamá está insoportable. Y el novio de mi hermana... mmm, ya le veo los cuernos a Marcela desde Buenos Aires.
-Me imagino.
-Ya te voy a contar. Che, estoy parada en la esquina de la avenida, donde hay un quiosco.
-Tenés que cruzar. Ojo que hay un par de locos manejando. Cruzá por la senda.
-Sí, mi amor.

Segundos después, Cecilia saludó a su marido a través del vidrio del bar. Estaba fumando, parada delante del Citroen azul, donde minutos antes Jorge había tenido la discusión con el viejo de bigote.

-Todavía con ese mal hábito- Le dijo Jorge por celular, risueño, mientras la miraba por la ventana.
-Ya lo voy a dejar...

Todo ocurrió en fracciones de segundo. Jorge vio el desastre inminente, en el punto inevitable.

-¡AMOR, NO!

Cecilia tiró su cigarrillo en el suelo embadurnado en nafta. Los vapores del combustible convirtieron la brasa en incendio y explosión.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Instituto mental (Parte 1)


El relato de Jorge

-Creo que cada vez que vuelvo sobre ese momento, mi mente se detiene a ver los detalles con mayor atención. No sabría decir con seguridad si son reales o mi cerebro los inventa, pero por algún motivo los recuerdo… Ni una nube, irónicamente el día más lindo posible para un comienzo de primavera. Una avenida bastante transitada, bocinazos de fondo, alguna que otra sirena de ambulancia. El bar estaba al otro lado de la avenida. “Richards”. Lo atendía su propio dueño, Ricardo. Y su mujer, una joven con los ojos achinados y pelo rojo oscuro. Crucé. En vez de seguir la senda peatonal, quise llegar a la vereda de enfrente por un espacio entre dos autos estacionados. Y ahí, el bocinazo sonó al lado mío. ¿Habrá sido una señal? No solía creer en ese tipo de cosas, pero ahora me carcome la duda. El auto azul venía en reversa, queriendo estacionarse en el espacio por el que estaba pasando yo. No lo vi. Ahora lo veo. Mi cerebro me muestra un panorama más amplio, y puedo ver como la baliza amarilla se acerca cada vez más. 

Jorge Taffarelia se llevó una mano a los ojos y se apretó las sienes con el pulgar y el dedo mayor.

-¿Y entonces?... Tómese su tiempo.

Jorge bebió un sorbo de agua. Luego apoyó el vaso sobre la mesa que lo separaba a él del Doctor Kanemann. Sobre ellos, la única fuente de luz tintineaba y se movía en círculos lentamente.

-Di un salto hacia la vereda, por supuesto. Fue un acto reflejo.

-El informe dice que usted estaba en el bar cuando…

-¡Ya voy a llegar a eso!... Por supuesto que entré al bar, allí habíamos acordado encontrarnos, después de tanto tiempo.

A Jorge se le quebraba la voz, y sus ojos comenzaron a enrojecerse.
-Pero antes tuve una fuerte discusión con el hombre del auto azul. Un viejo, parcialmente calvo. Anteojos, un bigote blanco grueso. Vestía bastante formal. Zapatos negros bien lustrados… Dicen que lo primero que le miran a uno en una entrevista de trabajo, son los zapatos… 

El psiquiatra le acercó una fotografía a Jorge.
-La encontramos con sus objetos personales.

Jorge miró la foto y la apretó suavemente contra su frente.
-Hay tantas cosas que podría haber hecho…

-¿A qué se refiere?

-¿No le parece curioso doctor, cómo una ínfima acción puede alterar un millón de cosas? Creo que no fui el único que vio lo que pasaba con ese auto… pero aún así, soy cómplice de algo horrible, por elegir la peor de las opciones. 

-¿El silencio?

-¡Exacto doctor! El silencio siempre influye negativamente en acciones posteriores. Y así es cómo funciona el mundo… los fuertes se sostienen en el poder ante la mirada impotente de los silenciosos.

-¿No le parece que se está yendo por las ramas?

-Todo tiene que ver con todo.

-En fin. Se quedó en la parte de los zapatos.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Segmento Frase de Miercoles 3

Después de una semana de pura ficción, volvemos a la realidad. O a la seudorealidad contaminada por aquellos que creen vivir en un cuento de hadas y hacen su propia distinción de "bien" y "mal" sin hacer uso de la razón. 
El otro día navegando por las redes sociales me encontré con otra foto de las que encajan en la categoría de "falsa motivadora". No se ni por donde empezar a criticarla.


Evidentemente el creador de esta imagen venía llorando de emoción con todas estas fotitos, y decidió crear la suya propia. Debe haber estado estrujándose el cerebro durante horas, y al descubrir que su creatividad estaba bloqueada por su estupidez, decidió poner cualquier cosa.
¿Me están queriendo decir que enamorarse equivale a morir instantáneamente luego de chocar estrepitosamente contra el suelo empujado por la fuerza de la gravedad? ¿O que el corazón es la fuente de la estupidez que tienen? no entiendo... Y el cerebro simplemente dice "no es una buena idea". Así como "no es una buena idea" pegarse un tiro, serrucharse los huevos con un cutter, tirarse a las vías del subte cuando ves las luces en el tunel. Tampoco son buenas ideas.

Les juro que me causó mucha gracia cuando la vi.

En fin, trataré de seguir publicando todos los miércoles. Saludos y bienvenidos nuevamente al mundo real.  

lunes, 3 de septiembre de 2012

El sendero de las rejas (Parte 5)


Gabriel se guió por la luz del patrullero para encontrar la salida. Miró al piso y notó que el suelo de ladrillo se movía bajo sus pies. Se mareó y decidió detenerse por un momento. Su celular volvió a sonar. Otro mensaje: otra foto.
El piso del pasillo por el que acababa de salir. Y la cara ensangrentada de Laura reflejada en un charco de agua.

Intentó correr, pero el movimiento bajo sus pies lo mareaba. Se sentía como si lo hubiesen drogado. Todo pasaba en cámara lenta, como en una pesadilla en la que todo movimiento de escapatoria es lento e inservible. 
Ahora Laura iba a llegar y le iba a causar una muerte lenta y dolorosa. Estaba convencido de ello. Gabriel se arrodilló y habló en voz alta.

-Lo que sea que vaya a pasarme ahora, me lo merezco. La nena tenía razón. Papá es malo. Fui una mala compañía, un padre ausente. Te abandoné cuando más me necesitabas, Laura. Me apuré a tomar una decisión… y me arrepiento. Estoy dispuesto a aceptar las consecuencias.

Desde la calle, se escuchó una nueva sirena. Y una luz blanca y roja parpadeante iluminó todo el entorno. 
Gabriel se puso de pie nuevamente. El piso ya no se movía bajo sus pies. Caminó en busca del origen de aquellas luces. Logró llegar a las rejas. Un coche de policía y una ambulancia estaban estacionados en medio de la calle. 

Lucía estaba abrazada a una mujer mayor.
-¿Dónde estabas querida?
-Con mamá…

La madre de Laura lloró mientras abrazaba a su nieta. Una voz sonó dentro de la cabeza de Gabriel.
-Quería que la conocieras…
Alguien lo abrazó por la espalda, y Gabriel se dio vuelta, sobresaltado. Laura, tan bella como la había conocido. Le sonreía.
Afuera, dos policías forenses se estaban llevando un cadáver en una camilla. De la sábana que lo cubría, sobresalía un brazo. Tenía puesto un reloj plateado, con una “G” dorada en la malla.
-Lo atropelló un camión, mientras hacía un paseo nocturno en bicicleta. 

Gabriel miró la secuencia sin sorprenderse. Afuera, Lucía saludó a sus padres agitando su mano.  
-Es hermosa.

FIN

domingo, 2 de septiembre de 2012

El sendero de las rejas (Parte 4)


No tuvo tiempo de reacción. El pitido volvió a sonar en su cabeza, y Gabriel cayó de rodillas en el piso del cementerio. Levantó la vista. Lucia tenía cuerpo de nena, pero la cara era la de la aterradora criatura, con golpes y heridas sangrantes. Pero esta vez había algo diferente… Más humano, detrás de aquellos cortes y moretones. Y más que miedo, sintió tristeza.
De pronto, una luz blanca cubrió todo su entorno. Y el cementerio desapareció.
Se encontraba en una casa que le resultaba conocida. No era la suya, ni la de sus padres. Una puerta se abrió, y le sorprendió verse a si mismo saliendo por ella. Una versión más joven de Gabriel Blucker. Y junto a él, una joven muy atractiva.
-¡Laura!
No lo oían, por supuesto. Ni su versión más joven, ni la de su ex. Estaba dentro de un flashback. Y él recordaba muy bien ese día. 
-La cuestión es que voy a agarrar ese laburo. Es una posibilidad única.- Le comentó el joven Gabriel a Laura.
-No entiendo. ¿Vas a desconectarte de todo e irte a la loma del culo? ¿Así sin pensarlo?    
-¿Te creés que no lo pensé? Analicé pros y contras desde todos los puntos posibles. Y mis viejos están de acuerdo.
-Sabés perfectamente que no me puedo ir, Gabriel. Tengo a mi viejo internado. Tengo la facultad, el trabajo. ¿Toda una vida que se me va a ir a la mierda porque a vos te pinta ir a vivir a la otra punta del planeta? No, no pienso seguirte.
-Y no te estoy pidiendo que lo hagas…
-¿Y entonces? ¿Vamos a mantener una relación a distancia?
Gabriel juntó las palmas de sus manos y miro al piso, sin poder decir palabra.
-¿Me vas a dejar?- Preguntó Laura –¿Por unos pesitos de mierda, me vas a dejar?
El “viejo” Gabriel recitó la respuesta de memoria, junto a su par más joven.
-No es un simple sueldito. Es la posibilidad de asegurarme de por vida. Allá pagan fortunas por alguien que enseñe la asignatura que doy. Y a mi corta edad… todo suma.
Laura miró al piso. Se esforzaba por no llorar.
El joven Gabriel intentó abrazarla, pero ella lo apartó.
-Perdoname Laura. Yo se que vas a encontrar a alguien mejor que yo. 
Dicho esto, se dirigió hacia la puerta de calle.
-Estoy embarazada
El joven Gabriel se frenó en seco. El viejo Gabriel se tomó la cabeza.
-Es mentira eso, Laura. No hace falta que tires ese manotazo.
-Te estoy hablando en serio. Me hubiese gustado decírtelo en otras circunstancias… pero no me queda otra.
Gabriel negó con la cabeza. 
-Sinceramente me da lástima que tengas que recurrir a este tipo de mentiras. Chau Laura. Lamento que todo haya terminado así.
Dicho esto salió a la calle, saludando a Laura por última vez en su vida.
Una luz blanca cubrió todo otra vez, y el escenario cambio.
Reapareció en una calle cercana a la casa en donde estaba antes. Delante de él, Laura caminaba tomando de la mano a la pequeña Lucía. La nena tenía el uniforme del jardín de infantes, y la mochila en su espalda. A Laura se la notaba triste. 
-¿A dónde se fue el abuelo mami?
Laura giró lentamente la cabeza hacia su hija.
-No lo se, amor.
-Me dijo la buela que se fue al cielo. Y que nos va a ver siempre.
-La abuela necesita creer que es así. Pero nadie realmente lo sabe. 
-¡GATITO!
Un gato con una pelota de colores se metió por un pasaje, y Lucía lo siguió. Laura dejó que su hija se divierta persiguiendo al animal.
-¡No te alejes mucho amor!
La advertencia no sirvió de nada. Detrás de una columna salió un joven, desdentado, vestido con ropa rota y sucia. Tenía una navaja en la mano y capturó a la pequeña Lucía sin problemas.
-Hola ¿Cómo te llamás neni? 
-Lucía
-¡SACALE LAS MANOS DE ENCIMA!
-¿Eh? Hablame bien. Tengo nombre yo.
-Perdón. No se como te llamás, ni me importa. Solamente quiero que sueltes a mi hija y nos dejes ir.
Laura se acercó lentamente, hasta quedar delante del joven.
-Por qué? 
Laura sacó la billetera de su cartera.
--Tomá. Eso es todo lo que tengo ¿Nos podes dejar ir?
Tiró la billetera al piso, detrás de aquel hombre. En cuanto se agachó a agarrarla, Laura lo empujó con todas sus fuerzas.
-¡Corré Lucia! ¡Vamonos!
La nena obedeció y corrió saliendo de aquel pasaje. El joven se levantó rápidamente y tacleó a Laura, haciéndola caer al piso.
-¡Mamá!
-¡CORRÉ AMOR! ¡NO PARES!
Y en el forcejeo, Laura recibió el primer navajazo en la pierna.
-¡AAAAHH! 
Laura sintió su propia sangre saliendo a través de la media. El dolor era insoportable.
-¿Así que me empujás? ¿Empujas a los hombres a la cama con esa fuerza? Me excita, me calienta mucho.
Dicho esto, comenzó a bajarle los pantalones a la fuerza.
Gabriel no soportaba seguir viendo esa escena. Pero, por más que cerraba los ojos, esta seguía reproduciéndose en su mente.

-¿Donde está papi? ¿Eh? ¿Donde está que no viene a buscar a la nena?
Con cada palabra, el joven desdentado tironeaba con mayor fuerza el pelo de Laura.

-Shhhh, no llorés más. NO LLORES MÁS DIJE.
El hombre usó la navaja otra vez, en esta ocasión sobre el rostro de Laura.
-¡AAAHHHH!  
El corte en la mejilla sangraba.  

-Hija de puta, no paraste de llorar nunca.
Dicho esto, dio vuelta a su victima y comenzó a golpearla y a tajearla cruelmente.
Gabriel lloró desconsoladamente, con una mezcla de rabia y tristeza. Con aquel monstruo, consigo mismo, con el mundo. “¿Así que papi no vino?” No, papi estaba llenándose los bolsillos mientras mami redoblaba su esfuerzo. Y protegía a la criatura con su propia vida.
Todo se puso blanco otra vez, y luego… oscuridad. 
Se encontraba otra vez delante de la tumba de Laura. Lucía ya no estaba. A lo lejos había una luz azul parpadeante, y la inconfundible sirena de un patrullero. 


sábado, 1 de septiembre de 2012

El sendero de las rejas (Parte 3)


La oscuridad del cementerio era total. No podía ver a más de un metro de distancia, y no estaba seguro de querer hacerlo.

Se le ocurrió que podía usar su celular a modo de linterna. Lo sacó de su bolsillo y, muy nervioso, encendió la pantalla. Estaba en un camino de ladrillo, que más adelante zigzagueaba y se perdía de vista. A ambos lados había filas de tumbas. Las más cercanas eran las más antiguas, y más al fondo aparecían las más recientes.

Tratando de no elevar demasiado la voz, pronunció el nombre de Lucia. No hubo respuesta. Comenzó a caminar por el piso de ladrillo, con el celular delante de él como única fuente de iluminación. Y el teléfono comenzó a sonar y vibrar…

El susto hizo que se le cayera el aparato de las manos. Se agachó a recogerlo… y sintió que algo se movió muy rápidamente detrás de él. Se dio vuelta otra vez con el celular en la mano, pero no había nadie.
Afortunadamente el celular no parecía dañado con la caída y tampoco se había apagado. Tenía un mensaje nuevo: una foto de una tumba. No se alcanzaba a ver la cripta con el nombre y la fecha, pero se podía notar que la tumba no tenía más de un año de antigüedad.

Siguió caminando, y oyó un grito a lo lejos.
-…Mami…

Corrió hacia el lugar de donde provenía el sonido. En diagonal hacia la derecha, más al fondo. La nena volvió a gritar y esta vez lo oyó muy cerca.
-¡MAMÁ!

Giró por un nuevo pasillo. Y allí estaba… al fondo. De perfil, mirando hacia una de las tumbas. Sus ojos no apuntaban al piso, sino más arriba. Como si estuviese conversando con alguien.
Lentamente caminó hacia ella, con el celular/linterna en alto.
Se acercó más… ya estaba junto a ella.
-Hey… ¡Lucía!
-Ya estuve acá. Con la buela. El día que se fue mamá. La buela estaba triste. Pero mamá volvió. Y la quiero llevar con la buela.

Gabriel recordó un consejo de un amigo de su infancia: “Decile SE MURIÓ. Nunca le digas a un chico que un pariente SE FUE, porque va a esperar que vuelva.”

De repente sintió lástima por la nena. Se arrodilló y la abrazó. Con Lucía aún en brazos, miró la tumba que estaba delante de ellos. Mármol blanco, inscripción dorada. La tumba de la foto… Miró el nombre y la fecha de defunción, y allí fue cuando comprendió todo.

La nena que tenía en brazos, le habló al oído con voz de mujer adulta.
-Hola Gabriel. Tanto tiempo…

viernes, 31 de agosto de 2012

El sendero de las rejas (Parte 2)


 Estaba demasiado oscuro como para distinguir algo detrás de las rejas del cementerio. Pero Gabriel estaba seguro de que alguien los observaba. Lentamente comenzó a cruzar.

-¡MAMÁ!

El grito de Lucía hizo que Gabriel se sobresaltara. Se dio vuelta y se llevó un dedo a los labios indicando silencio.

-Volvé adentro con tu abuela, es peligroso estar acá.

Lucia se limitó a cruzarse de brazos y quedarse parada en donde estaba. Aquel desconocido no era quién para darle órdenes.

Gabriel volvió a mirar hacia la reja del cementerio, pero ya no había nadie. Se acercó más. Ya casi estaba en la vereda del cementerio, cuando un pitido ensordecedor lo hizo ponerse de rodillas y tomarse la cabeza. Se frotó las orejas y miró al suelo. Comenzó a ver puntos negros. Y el pitido no cesaba. Sintió humedad en uno de sus oídos. Sangre.

-¡Aaaaahh!

Miro nuevamente hacia la reja, y allí estaba. El rostro ensangrentado que lo había atormentado en sus peores pesadillas. El motivo por el cual temía regresar a su antiguo hogar. Allí estaba, a tan solo 3 metros de distancia, separados por una reja metálica. Una mano putrefacta se agarró de dicha reja, y comenzó a moverla con una fuerza descomunal. Un gruñido grave salía del fondo de la garganta de la criatura. Los ojos, blancos con un iris azulado casi transparente, miraban fijamente a Gabriel con profundo odio. Y el pitido se detuvo…

Gabriel se acostó en el suelo por unos segundos. Jadeando, y con la mirada borrosa, alcanzó a ver como Lucía se metía al cementerio por un hueco en la pared.

-No es mi responsabilidad- Se dijo Gabriel a sí mismo. - Ahora vas a levantarte, y salir corriendo. Olvidate de la nena, de la bici, de todo. Corré y no mires para atrás.

Sin embargo se levanto y cruzó hacia la casa donde se suponía que vivía aquella nena. Tocó la puerta en busca de su abuela, o alguien a quien pudiese alertar. Tocó puerta, timbre, pero no hubo respuesta. Las ventanas tenían las persianas bajas y era imposible saber si realmente había alguien allí dentro.

Se dio vuelta. El brillo metálico de las rejas del cementerio cercaban un lugar claramente no apto para niños.
No iba a dejar a la pequeña Lucía sola, con esa cosa violenta que había visto, sea lo que fuere.

Cruzó la calle. Rápidamente se dio cuenta que no iba a caber en el hueco que había utilizado la niña. Luego analizó la posibilidad de treparse. La reja tenía puntas muy filosas arriba. Un resbalón y podía tranquilamente perforarse un testículo.

Caminó unos metros más y encontró la manera. Había dos rejas que parecían haber sido separadas a la fuerza. Alguien, o algo con suficiente fuerza, se las había ingeniado para entrar (o salir) por ese espacio.

-Alguien me está esperando ahí dentro…- Fue el pensamiento de Gabriel antes de entrar por las rejas separadas.