martes, 29 de mayo de 2012

Pánico fuera

Luces de colores parpadeando y apuntando al centro, incontables orejas críticas de una multitud expectante y a la espera de una demostración creativa de arte. La misma cantidad de ojos apuntando a un mismo objetivo, evaluando detallada y casi fotográficamente cada instante. Del otro lado, el intérprete sabe que el público es un incentivo, y a la vez una presión extra para estar concentrado al máximo y dar un espectáculo a la altura de las circunstancias. Yo, aquí, ahora. Y lo demás no importa...
Me permito decir que lo más parecido a la "meditación" que me ha tocado experimentar es la de tocar en vivo. Con el ensayo previo adecuado, estar arriba del escenario interpretando diversos estilos de música es una experiencia gratificante y liberadora, que con el tiempo uno aprende a disfrutar. Los nervios siempre están, esa sensación extraña en el estomago, producto de la ansiedad, entra en los parámetros de lo normal. Pero una vez adentro, es cuestión de mirar decidido al público, convencerse uno mismo de saber lo que se está haciendo... y dejar que la mente vuele. La coordinación con los compañeros y con el propio instrumento es algo que fluye automáticamente con la práctica. 
En lo personal, creo que el periodismo radial o televisivo nunca me va a sentar tan bien como tocar arriba de un escenario. El público es otro, las pretensiones son distintas, y la inmediatez de algo no ensayado en lo previo me es al día de hoy un punto débil. 

Me retiro a practicar....


  












Come together

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