miércoles, 31 de octubre de 2012

La dimensión de objetos perdidos

Llaves, plata, celu, todo en sus respectivos bolsillos.... y aquello extra que tengo que llevar. Mmm, no está sobre la mesa, no está en el piso, ni en los cajones, ni debajo de la cama, ni en los estantes... no parece estar en la habitación, de hecho. Ni en ninguna habitación, baño, cocina, living... No está en la casa, NI EN EL PLANETA.

Sí. Esa desesperación de no encontrar aquello que necesitamos en ese preciso instante. La que nos remite a buscar en lugares "comunes", en vez de calmarse y mirar todo el panorama. A tal punto que ya se vuelve una cuestión personal: vale más encontrarla para saber dónde corno estaba, que la utilidad del objeto en sí. 

Existen dos formas de abrir el portal hacia la dimensión de objetos perdidos, y encontrar la condenada cosa que estemos buscando. 

Supongamos que el objeto es una cámara de fotos: si en el momento de soltarla fuimos conscientes de haberlo hecho, basta con hacer el complicado pero efectivo ejercicio de concentrarse y hacerse la siguiente pregunta: "¿Dónde la vi por última vez?". Las imágenes que proyecta nuestro cerebro, almacenadas en nuestra memoria, nos va a guiar hacia el objetivo.
Ahora bien, si mientras apoyábamos la cámara estábamos pensando en qué vamos a comer a la noche o a qué hora es el partido... es casi imposible que encontremos aquello que buscamos. Tendremos que esperar a que se vaya la desesperación del momento para poder ampliar el panorama visual. La dimensión de objetos perdidos no abre sus puertas sobre los lugares más obvios.


Resulta que la tapa del metrónomo estaba en un porta CDs. Dale... 

martes, 30 de octubre de 2012

Recursos del incompetente

Imagínense que un día yo arrancase una nota diciendo que son todos unos tremendos pelotudos, que aquel que me contradiga va a ligar una trompada en la jeta, o que voy a borrar todo comentario que no apoye lo que estoy explicando. No sería para nada agradable, ¿no?

Recursos del incompetente. Manotazos de ahogado de aquel que duda de su propia capacidad para sobrellevar una conversación con argumentos. Generar rechazo es una buena táctica para eludir preguntas incómodas y disimular las falencias de la estabilidad de los argumentos. ¿Para qué exponerse a discusiones en las que pueden quebrar la seguridad de mis ideas, cuando puedo cortar toda posibilidad de diálogo?
Y nunca falta el que miente o niega hechos verídicos. Al fin y al cabo se mienten a si mismos y se niegan la posibilidad de aprender del otro.

Gente, el otro siempre sabe cosas que ustedes desconocen. No corten la maravillosa posibilidad de recibir nuevas ideas.
















Que cambie el otro, yo ya estoy muy cómodo.

viernes, 26 de octubre de 2012

Redoble de palabras

Tocar fondo y salir a flote. Hay que entender que estamos en una situación desfavorable para hacer el intento de cambiarla. Tan simple como marcar un quiebre y recomenzar. Desde cero.

Necesitaba un método para expresar todo aquello que no me salía con palabras. Una forma de salir nadando de aquel mar de iguales que no me trataban como tal. Una melodía, una canción, un riff... Nah, hubiese sido lo mismo, pero arriba de un escenario. Sí hay algo que aprendí en esta vida, es que hay que brillar para poder ser encontrado en el mencionado mar de iguales. Tengo alma de bajista, pero por una serie de casualidades, terminé eligiendo otra salida, de la que al día de hoy no me arrepiento.

Segunda mitad del 2006, un corto proyecto de principiantes, que no terminó bien, pero a su vez dio pie a muchas cosas más adelante. Primera batería, un MXP azul, económica. Rescato a aquel que confió en mi y fue quizás el mayor de mis "maestros" de la música en lo que respecta a tocar en conjunto. Años después sigue contando conmigo para sus proyectos.

La MXP se fue, y con ella mis chances de tocar en un conjunto fijo por algunos años. Terminado el secundario, otro gran amigo hizo lo posible para que yo retomara aquel hábito que en su momento me había sacado a flote. Encontró platos económicos, y una batería muy buena en cuanto a calidad/precio. Marcó el comienzo de un proyecto que nunca fue. 

Recién comenzado el 2010, otra crisis por conflictos familiares me dejaron al borde de una profunda depresión. Y por esas casualidades que no parecen tales, la música apareció como por arte de magia para rescatarme. Esta vez, de la mano de una amiga a quien le debo mucho, apareció un excelente grupo humano, vestido de músico. Un nuevo despegue, que aún no encuentra techo. Fueron momentos en los que pude aprender y progresar como músico, a la par de mi carrera terciaria.

En el 2012 se me hundió un barco cargado de progresos académicos. Me dormí al timón estando a nada de llegar a puerto. Saliendo de las metáforas marineras, perdí el año... así de simple. Creo que ahora más que nunca noto lo importante que fue aprender a tocar. Aprender a expresarme de la manera que mejor me sale, y salir a flote. Y por sobre todo, no quedarme con la opción fácil. La guitarra parecía serlo, pero es engañosa por su natural dificultad para destacarse. El piano... mierda, son todos pianistas en esta casa. Me queda aún la espina de no haber sido bajista. Nunca es tarde.















Gracias por aparecer y sacarme de los momentos más complicados de mi vida. Te amo.      

lunes, 22 de octubre de 2012

Espejo

Decir "yo se exactamente como soy" o "puedo ser lo que yo quiera" son afirmaciones un tanto tercas y por lo general alejadas de la verdad. Lo que realmente importa, nos guste o no, es cómo nos ve el otro. O al menos, cómo nos ve ese sector de "terceros" que pueden llegar a afectar nuestra vida de algún modo. De esa raíz en común salen la mayoría de las actitudes falsas, dobles discursos o cambios abruptos de actitud según con quién se esté. 
No voy a entrar en más detalle, pero lo que quiero plantear hoy viene por ese lado:

Hace bastante tiempo, vengo aplicando con muchas personas un ejercicio interesante... que no sería desacertado denominarlo espejo. Consiste, de una manera algo subjetiva si se quiere, en comportarse con cada individuo imitando sus actitudes, tal y como lo vemos nosotros. "Darle de su propia medicina" dirían algunos. Tiene un par de contratiempos, que ya voy a pasar a detallar: 

-Al ser algo subjetivo, es posible que obviemos detalles positivos de dicha persona. Algunos incluso lo pueden tomar como una actitud vengativa. 

-Es sólo efectiva con personas a las que les tenemos afecto.

-Lamentablemente, un 90% de las personas se van a enojar.

Es curioso este último punto porque, en el fondo, se enojan consigo mismos. Son muchos los que, por diversos motivos, no están felices con lo que ven en el espejo. 

Es clave tener la mente abierta en todo momento. Perderle el miedo al espejo, porque todos estamos siendo reflejados en los ojos del otro, constantemente. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Deformidad social

Esta bien, es correcto decir que "no esperar nada de nadie es una de las claves de la felicidad". Pero a veces siento pena por los que no son capaces de decir lo que piensan sin tornarse agresivos. Digo, ¿No?... Es tan fácil pedir las cosas con humildad y amablemente. O incluso con humor, con complicidad... ¿Por qué ponerse a la defensiva o ser autoritario? 

Eso es un deforme social. Aquel que genera esa sensación incomoda constante, de que cualquier comentario o acción puede resultar irritante y molesta a sus sentidos. Y qué sabemos que en cualquier momento nos va a echar su bronca e infelicidad en cara. 


La tranquilidad de pensar reclinado en la silla, con las manos atrás de la cabeza... mientras muchos otros le están dando manija a su bronca, acostados, con los ojos abiertos y los puños cerrados. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 12)

Veo puntos negros. Primero la fiebre y a ahora esto. Estoy tirado en medio de un pasadizo secreto, con un arma en la mano. Se la hice demasiado fácil al policía de mierda, que me creyó sospechoso desde un principio. Ricky ya no está, obviamente. Hasta que prendieron las luces otra vez, el verdadero asesino ya volvió a su celda y se hizo el dormido. 
Me duele... creo que la bala me atravesó a la altura de los riñones... Podría intentar decirles la verdad, y ahorrarles más muertes. No me van a creer. Pero al menos me voy con la conciencia limpia de que intenté ayudarlos hasta último momento... No. Gastar mis últimas energías en eso, no tiene sentido. Ricky tenía razón. Somos todos egoístas. Tampoco me importó que hubiese otras 11 víctimas además de Cecilia en aquella explosión, que ahora me parece tan lejana. Ahhh.. Cecilia. Ahora más que nunca pido que haya una vida después de la vida, para verte otra vez.

Jennings, a escondidas, decidió hacerle una visita a Jorge Taffarelia en su celda de aislamiento. Estaba convencido de que, esa vez, iba a lograr sacarle toda la verdad. Primero, necesitaba de la ayuda de su antiguo colega.

-Policía bueno, policía malo. Como en los viejos tiempos, Cucho.

-¿Cómo hiciste para conseguir las llaves?

Jennings señaló al guardia negro. Roncaba y se babeaba, durmiendo profundamente sentado en su silla.

-No me extraña que siga habiendo asesinatos con este nivel de seguridad.

Carboni y Jennings se aproximaron al cuarto de Jorge. Ni siquiera imaginaron que, un par de habitaciones más lejos, la celda correspondiente a Ricky estaba vacía.

-A ver... Celda 3, ésta tiene que ser la llave.

Adentro no había nadie. Una baldosa floja conectaba con un pasadizo secreto.

-La puta madre. Yo sabía. ¡Cucho!

El detective saco dos pistolas, y le cedió una a su compañero.

-Hora de tu reivindicación.

Se metieron por un largo pasillo. Al final del mismo, una escalera los conectaba con una especie de laboratorio. Al pie de la escalera, los policías reconocieron a Jorge: Estaba de pie, sosteniendo una pistola.

Carboni intentó concentrarse. Jorge parecía querer levantar el arma.

-No falles, no falles, no falles.

El ex policía disparó, y al mismo tiempo las luces se apagaron.

-¡Le di! Creo que le di.

Jennings se apresuró a prender las luces otra vez. Jorge yacía en el suelo, malherido.

-¡Dame eso!

Le sacó el arma de las manos a Jorge. No había nadie más en ese laboratorio. En los estantes había todo tipo de venenos y otras sustancias.


EPÍLOGO

Es mi última chance de hacer algo útil por un mundo al que no voy a pertenecer más. 

Con la boca ensangrentada y agonizando, Jorge escupió sus últimas palabras:

-Bienvenido al instituto, detective. Cuando le llegue el turno, elija la opción indolora.

FIN







martes, 16 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 11)

¿En qué momento dejé de percibir la realidad? Me confundo. Dios, la fiebre me está matando... Aunque prefiero morir ahora, por enfermedad, y no ser víctima de una eventual tortura por parte de otro ser humano. ¿Estoy loco? Lo único que me mantiene conectado con el mundo real es el encapuchado, que me arrastra por este pasillo interminable. No es una alucinación. No puede ser que todos hayamos imaginado lo mismo... ¿O yo imaginé todo desde el principio?... Me va a explotar la cabeza. Quiero morir ya... YA ¡AHORA!  

-¿Me vas a matar?

El encapuchado sentó a Jorge en un diván y se quedó parado, de espaldas.

-Definí matar.

-Ehh... ¿Sacarme la vida? No me hagas pensar, no me siento bien.

-Quizás ya estés muerto desde hace mucho.

-¿Qué?

-Hay muchos muertos en vida. Gente que falla en un objetivo clave... o personas que sintieron que se les murió algo ante alguna pérdida. Incluso personas que ya cumplieron sus objetivos. Suponiendo claro, que haya objetivos. Es muy loco ponerse a pensar estas cosas. ¿Para qué estamos?

Jorge apenas podía seguirle el hilo de la conversación al encapuchado. Intentó ponerse de pie, pero rápidamente se sintió mareado y aturdido y volvió a sentarse.

-Tu enfermedad es tu propia prisión. Podría inmovilizarte para evitar que intentases atacarme, pero perdería un poco el riesgo... la diversión del asunto.

-¿Puedo atacarte? ¿Sos real?

-Estás hablando conmigo ¿No? Soy real, al menos para vos.

-¿Cecilia?

Hubo un silencio. Luego el encapuchado soltó una carcajada.

-JAAJAJJAJAJAJA. Es muy fácil adivinar por quién está internado cada uno de ustedes. Todos creen que soy algo así como la materialización de la persona que perdieron.

Jorge no respondió.

-Ahora bien. Si fuese... ¿Cecilia dijiste?... ¿Hay algo que quieras decirme?

-Perdoname. Fui un egoísta. Y vos hiciste bien en remarcármelo, amor.

-¿No somos todos egoístas, en algún punto? Digo, la naturaleza humana en sí es egoísta. Nuestro instinto de superación implica dejar al prójimo en el camino en pos de demostrarle que podemos llegar más lejos de lo que incluso pueden soñar. Si ese es el motivo de tu internación, esto va a ser más fácil de lo que pensé.

-¿Sos un psicólogo?

-Digamos que soy... un tratamiento más efectivo del que proponen acá. Pero la pregunta no es quién soy yo. La pregunta es ¿Quién sos vos?

-Jorge Taffarelia. Tengo 32 años. Soy viudo...

-Okey. Hasta ahí. ¿No se nos ocurre nada, y empezamos a contar nuestros problemas, no? Lamento informarte que seguís en tu etapa egoísta.

-¿Vos sos el asesino?

-Todos son sus propios asesinos. O al menos siempre hay un porcentaje de responsabilidad propia en nuestra respectiva muerte. Es algo que me enseño el doctor Kanemann. Y sí. Yo fui su asesino material... Pero el fue gran responsable, por convertirme a mi en un muerto en vida.

-Me hacés acordar a un delantero de un equipo de Nuñez.

-Sí. Somos todos peores que él. Por algo él y su mellizo juegan en la primera de dicho equipo, y nosotros no.

Jorge estaba a punto de perder la conciencia. Volaba de temperatura. Aún así intentó seguir la conversación.

-¿Me vas a matar?

-¿Querés qué lo haga?

Jorge no respondió. No entendía a qué se debía la pregunta.

-La muerte es una posibilidad. Es revelar el misterio número uno por naturaleza... o no. Lo más probable es que no se tenga ningún tipo de conciencia al estar muerto. ¿Quién sabe? Pero lo que te voy a decir es una realidad: no estás mejor acá, en esta vida.

-¿Eso es lo qué hacés? ¿Convencer a todos que la muerte es mejor? ¿No te parece una solución cobarde?

-En algún momento de tu vida seguramente te lo planteaste. Yo te puedo decir que no tiene caso luchar por... nada en concreto. Porque eso es lo que te espera allá afuera. NADA. Nadie te regala nada. A nadie le interesa que vos te cures y salgas por la puerta del frente. Al instituto le sirve que te quedes de por vida. Al detective que está dentro, le sirve resolver el caso para aumentar su prestigio... ni siquiera se preocupa por la seguridad de la gente. Mi solución es fácil: indolora, si así me lo pedís.

-¿Y si te digo que no quiero morir?

-Entonces levantate y volvé a tu celda. Para ser el más cuerdo de todos los que están acá, sos bastante estúpido.

-¿Los demás accedieron a morir?

-Inconscientemente siempre quisieron morir. La mayoría eligió la manera indolora, y los comprendo... ya sufrieron bastante en vida.

-Salvo...

-Salvo Noelia, si. No solo disfrutó del dolor, sino que me pidió especialmente que le complicase la vida a quien la molestó durante sus últimos días.

-¿A mi?... ¿Vos sos Ricky?

-¡Felicidades! Sos el primero en adivinar mi identidad.

-¿Cómo? ¿Cómo tuviste tanta libertad para moverte y matar a todos?

-Lo cierto es que la seguridad acá es malísima. Igual, supongo que ya notaste que te traje por un pasadizo secreto. Los hay por todo el instituto. Todos desembocan acá. Acá donde los Kanemann nos torturaban, para avanzar con sus experimentos... Volviendo a lo nuestro...

Ricky buscó algo en un cajón. Sacó una pistola y le apuntó a Jorge.

-¿Estás seguro de tu decisión?

Jorge levantó las manos, y asintió con fuerza.

-Entonces... tomá.

Ricky le dio el arma a Jorge, y le palmeó un hombro.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Es un mundo complicado el que te espera, es mejor que estés bien equipado.

Ricky se alejó. Jorge lo pensó por un momento. Luego, se dio vuelta y le apuntó a Ricky. Las luces se apagaron, y se escuchó un disparo. Pocos segundos después, se oyó un segundo disparo y Jorge cayó al suelo.

 -¡Le di! Creo que le di.

lunes, 15 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 10)

Siempre me pareció que el típico "digo la verdad pero nadie me cree" era cosa de las películas. Nunca pensé que iba a vivir una situación así en carne propia. Hoy soy el sospechoso principal de asesinatos que no cometí... pero la verdad siempre termina saliendo a la luz ¿No?

-¡Eran los medicamentos!

Los resultados de la autopsia de Barragona (la 1era víctima) llegaron horas después de la muerte de Neuro. Jennings estaba furioso con todo el mundo.

-¡Moyano! Ya mismo aísle a los pacientes restantes del sector. Menos a Carboni.

-Discúlpeme detective. Le recuerdo que yo sigo a cargo de este instituto. Usted no tiene derecho a dar órdenes. Además, es imposible que un paciente haya envenenado los medicamentos.

-Lo podría meter preso ahora mismo, por negligencia en el trabajo y por interferir en los avances policiales. Y eso sin contar que usted mismo es un sospechoso. Hágame el favor de obedecer Moyano.

Moyano comenzaba a perder la paciencia también.

-¿Usted sabe, detective, el horror que tuvo que pasar mi familia, por culpa de lo que usted llama "avances policiales"? Creo que usted ya conoce a mi mujer.

-No le entiendo.

-Flavia Grutas. La hermana mayor de Luciano Grutas. ¿Le suena ese nombre?... O quizás le suene "Ezequiel Carboni". Uno de mis pacientes que USTED transfirió a este instituto, para hacerlo zafar de una merecida condena. Diga lo que quiera, pero para mi, ese tipo es tan sospechoso como el resto, y no le voy a dar ningún trato especial.

Antes que Jennings pudiese decir una palabra más, Moyano se dio vuelta y miró al guardia negro.

-¡Por favor! Lleve a todos los pacientes del sector C a los cuartos de aislamiento. A TODOS.

-Si señor.

-Yo tengo que hacer un par de llamadas. Hay que mandar a revisar la última partida de medicamentos.


Esa noche

Jorge, de algún modo, sabía que él era el principal sospechoso. Tenía que encontrar un modo de probar su inocencia, antes de que lo dejaran morir, tirado en esa habitación oscura de paredes acolchonadas.

-Los envenenaron, no hay duda... ¿Pero quién?

-El encapuchado... ¿No te acordás?

Jorge se estremeció. Hasta ese momento, estaba seguro de estar totalmente solo.

-¿Quién está ahí?

La habitación estaba totalmente a oscuras. Jorge temblaba ante la posibilidad de que hubiese alguien más. Nadie respondió.

-Tengo fiebre. Seguro esa voz fue una alucinación.

-La ruta del encapuchado... los experimentos. Tratá de relacionar las cosas, estúpido.

Esta vez la voz sonó muy cerca.

-¿Quién es?.... Estoy enfermo e indefenso. Por favor, déjeme en paz.

Esta vez la respuesta la escuchó en su oído. Jorge tenía a alguien al lado, hablándole.

-¿La querés más fácil? ¿Dónde viste al bendito encapuchado por primera vez?

-¡No se! ¡NO SE! dejame en paz, por favor...

Un sonido muy agudo, como de un micrófono acoplando, inundó la habitación.

ESTÚPIDO! ¡PENSÁ!...- La voz tenía una tonalidad casi demoníaca -La cama de la emo. Abajo. Luego de que me viste...

-¿Te vi?

-En sueños, amor.

-Cecilia...

Unos labios fríos besaron los suyos. Y luego el piso comenzó a temblar. O al menos eso le pareció...

-¡Cecilia!

No hubo respuesta. El piso seguía temblando, cada vez más fuerte.

-¡Volvé, no te vayas! ¡No me dejes!

Una baldosa en el piso se abrió. La luz de abajo le permitió distinguir la silueta de un encapuchado.

-Vení

Jorge, débil como estaba, se dejó arrastrar hacia el pasadizo, en donde sabía que le esperaba una muerte segura.

miércoles, 10 de octubre de 2012

La lógica del garca

Hay errores y abusos por parte de terceros que suelen entorpecer la vida de uno. Fallas en la responsabilidad, discursos dobles en perjuicio de uno y/o conveniencia del otro. ¿Por qué no remarcarlos?

En la jerga cotidiana, aquel que remarca los errores de terceros es uno de los famosos "garcas". Aquellos que suelen generar bronca por materializar con frases irónicas y estúpidas todo lo que uno hace mal. Pero a su vez, toda esa bronca puede ser utilizada para abrir la cabeza y comenzar a corregir esos entorpecimientos. Si realmente nos importa alguien, está bueno no callar este tipo de cosas... le hacemos un bien al otro, remarcándole de manera humorística todo aquello que nos parece que hace mal.

Y si eso es ser un garca, permítanme presentarme como el hijo de puta más grande de la historia. Saludos.


PD: Mañana subo los 2 o 3 capítulos que faltan de Instituto Mental.

martes, 9 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 9)

Se puede soñar y creer que lo que se vive en el sueño es real. Pero no se puede estar en plena vigilia y creer que lo que se vive es un sueño. Eso es un síntoma de mala salud mental.

-¡No puede ser! ¡Me siguen matando a la gente delante de mis narices!

Jennings estaba furioso. Desde su llegada, habían asesinado a dos personas más, y sus avances en la investigación iban demasiado lento. A pesar de todo, Jorge seguía siendo el sospechoso principal.

-Denme una cama en el sector C. Quiero vigilar bien de cerca a ese tipo.

Mientras tanto. Los pacientes se encontraban en la sala de recreación. Habían reforzado la seguridad y ninguno de los pacientes tenía permiso de deambular solo por el instituto. Dentro de la sala se respiraba un aire de tensión y desconfianza. Ricky, a quien jamás se le había escuchado la voz, fue el primero en encarar a Jorge.

-¡Hijo de puta! Vos la mataste.

El joven lloraba, pero caminaba a paso decidido hacia Jorge, con el índice levantado. El guardia negro tomó a Ricky por los brazos y le impidió seguir avanzando.

-¡BASTA! No me obligues a llevarte a aislamiento.

-¡Estás muerto! Date por muerto, hijo de puta.

Ricky logro liberar uno de sus brazos, y se llevó los dedos al cuello en un gesto amenazador hacia Jorge.

-¡Enfermera!... Traiga un tranquilizante para el muchacho.

La enfermera, quien le estaba suministrando un medicamento a Neuro, se levantó y fue a buscar una jeringa.

Ricky tomó asiento ante la mirada atónita del resto de los pacientes. Cuando la enfermera se acercó a darle una inyección, el muchacho le pateó la mano con todas sus fuerzas.

-¡AAAHHH!

-¡BASTA!- Exclamó el guardia -Vas a venir conmigo, pibe.

El guardia salió con Ricky, dejando al resto de los pacientes a cargo de la enfermera. Nadie se animo a acercarse a Jorge... Con excepción de Neuro. Se sentó junto a él, y le habló con una voz grave y pausada. Se notaba que lo habían drogado recientemente.

-Tranquilo macho. Ese pibe tiene un par de trastornos de personalidad.

-Me doy cuenta.

Neuro se acercó más, y le susurró algo al oído.

-Se que no sos el asesino.

-Gracias... ¿Y cómo es que estás tan seguro?

-Porque sé quien es...

Jorge abrió bastante los ojos en señal de asombro.

-¿Quién?

Neuro suspiró y miró al suelo. Se tomó su tiempo para contestar.

-El doctor Kanemann. Él y su tío, son los asesinos.

-Pero ellos... el tío, según tengo entendido, está en juicio. Y el sobrino murió. Era el psiquiatra titular.

-Ya se. No son los asesinos materiales. Pero son intelectualmente los... responsables. ¿Cómo explicarlo?

-No entiendo.

-Voy a ser directo. Acá dentro se llevaron a cabo experimentos muy extraños. Eligen a los pacientes que no tienen familia ni nadie que reclame por ellos. Y les hacen todo tipo de torturas. Bah... les hacían.

-¿Y usted cómo lo sabe?

-Yo fui uno de ellos. Y a mi me tienen drogado para que no hable con nadie. Pero se muchas cosas sobre este lugar.

-¿Sabe quien es el asesino?

Neuro asintió.

-Gracias a usted, estos experimentos no se van a hacer más.

-No entiendo... ¿Quién es el asesino?

-Gracias a usted...- Reiteró Neuro -Y a su mujer, por explotar con el auto de Kanemann Tío.

Jorge se sorprendió. Ya comenzaba a ponerse nervioso.

-¿El dueño? ¿Usted cómo sabe todo esto?

Neuro se tomó el pecho, como si le costara respirar. Aún así se las ingenió para seguir hablando.

-Si todo sale como debería, yo voy a estar muerto en pocos minutos. Es lógico. Creo que mi objetivo en el mundo ya se cumplió. Así que voy a ser breve: este lugar es una tapadera de un laboratorio totalmente ilegal, manejado por Kanemann tío y Kanemann sobrino.... La ruta del encapuchado es la clave.

Neuro se tomó la zona estomacal. La enfermera advirtió la situación y se acercó lo más pronto que pudo.

-Mucha suerte, macho.

El hombre de pelo largo vomitó y comenzó a convulsionar. Antes de que la enfermera pudiese aplicar cualquier maniobra de primeros auxilios, Neuro se quedó estático, abandonando el mundo para siempre.

lunes, 8 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 8)

El archivo de Carboni (Hace un año)

Me llamo Ezequiel Carboni, tengo 28 años. En algún momento de mi vida fui policía. Luego fui preso. Y ahora, estoy en un loquero. Cuando ingresé a la fuerza, conocía perfectamente los riesgos que asumía contra mi propio físico. Me gustaba saberlo, era parte de la diversión ante el peligro. El riesgo, la adrenalina, todo era parte de algo que yo estaba dispuesto a aceptar en pos de colaborar para una ciudad más segura. Ernesto Jennings fue mi compañero de patrullero durante gran parte de mi estadía en la fuerza. Bah, compañero... fue como un maestro para mi. Él luego se volvió detective de homicidios. Él era el intelectual, yo era más de irme a los tiros.

Como dije antes, sabía los riesgos para mi mismo, pero nunca llegué a comprender la parte de "riesgo para los demás". Y los había... es algo que comprendo ahora, cuando ya es demasiado tarde. 
El 26 de junio de 2008, un operativo común... pero de esos "comunes" que guardan una sorpresa desagradable en su interior. En sí, era un asalto con toma de rehenes en un boliche. Falló el cacheo, y un chico entró con un arma. Sumale el alcohol y andá a saber que otra sustancia tenía encima... la cosa se puso fea. Uno de los pibes de la barra, llamado Luciano Grutas fue quien nos llamó a escondidas. No me voy a olvidar nunca más ese nombre.

Fuimos 3 patrulleros, un total de 6 policías, entre los que estaba yo. En general, un pibe solo que se ve acorralado, se entrega. Pero éste estaba convencido que iba a poder llevarse toda la recaudación de la caja del boliche, matarnos a los 6 y escaparse. Y comenzó el tiroteo... Cabe aclarar que, salvo nosotros y el pibe del arma, estaban todos tirados en el suelo, con las manos sobre la cabeza. El pibe estaba detrás de la barra, y cada tanto se asomaba y disparaba. Uno de los que entró conmigo al boliche, recibió el primer impacto. Nada grave, el chaleco antibalas absorbió la bala, pero aún así mi compañero cayó para atrás. Me di vuelta un segundo, para comprobar su estado. 

Cuando miré para adelante, mis reflejos se activaron al ver a alguien de pie y disparé... una centésima de segundo después me di cuenta que no era el asaltante. Y un segundo después, mi vida cambió para siempre. La bala rebotó en el cuello de Luciano Grutas, el chico de la barra... el que solicitó nuestra ayuda. En un inocente.

En ese momento no me importó que el tiroteo seguía, me levanté y corrí hacia la barra. El asaltante salió y yo le disparé en la mano, terminando así con el problema más pequeño de los que tenía en ese momento. Lo vi a Luciano tirado en el suelo. Perdía sangre por la boca y por la herida en el cuello. Tenía los ojos muy abiertos. Las pupilas verdes dilatadas. Lloré y le pedí perdón. Con sus últimas fuerzas levantó su mano y agarró mi brazo derecho. Me dijo "quedate... quedate conmigo". Murió a los pocos segundos, y creo que algo de mi se murió con él. 

Jennings movió contactos para que me consiguieran el mejor abogado. No le pedí que lo hiciera... pero así fue: me dieron sólo 1 año y medio por homicidio culposo. Salí un tiempo antes por libertad condicional. Y hace un tiempo la brigada firmó los papeles para ingresarme acá y terminar de superar el trauma. 

Creo que la familia de Luciano Grutas me quiere muerto. Créanme, yo también.

domingo, 7 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 7)

Qué línea tan delgada la que separa la realidad de la fantasía. Perceptible, pero finísima a su vez. ¿Pueden mis fantasías meterse en la realidad de todos, llevándose todo por delante?

Mientras el operativo de esa mañana se llevaba a cabo, los pacientes del sector C fueron trasladados al salón de recreación. Juegos de mesa, una televisión, diarios y todo el entretenimiento posible para distraer a los internados de la horrible noticia de esa mañana. Jaime Barragona, el paciente de 85 años, se había acostado a dormir la noche anterior y nunca más despertó. El clima estaba demasiado turbio como para creer que se trataba de una muerte natural.
En el dormitorio, los forenses se estaban llevando el cadáver del anciano en una camilla. Jennings observaba una lista con los pacientes restantes. Moyano miraba la escena con cara de preocupación.

-¡Muchachos, quiero que en la autopsia busquen cualquier indicio de envenenamiento! Me parece que podemos estar ante un asesino serial.

Luego pasó el dedo por la lista de pacientes.

-¿Quién es este Jorge Taffarelia?

-Un viudo. Está internado de forma voluntaria.- Respondió Moyano.

-¿De forma voluntaria eh?.... ¿Está residiendo acá desde anteayer a la tarde?

-Así es.

-Me parece que va a ser el primero que voy a interrogar.

La vista de Jennings se detuvo en otro nombre de la lista.

-No, espere. En primer lugar quiero hablar con Ezequiel Carboni.

-¿Sospecha de él?- El rostro de Moyano sonrió automáticamente

-No. En este momento es el único del que no sospecho.

En el salón de recreación

-Necesito que me cuentes más sobre ese "encapuchado"

Jorge se llevó a Noelia a un rincón apartado dentro de la sala de recreación. La enfermera de turno estaba administrándole calmantes al paciente de pelo largo, a quien llamaban "Neuro". Graciela (la paciente corpulenta y cuarentona) jugaba una partida de ajedrez con Ricky (el joven de barbilla grande). Fa miraba la televisión y conversaba con Carboni. El guardia negro cabeceaba de sueño.

-¿Qué más querés saber? Ya te dije que él sabe que lo viste...- Respondió Noelia con impaciencia

-Estoy seguro que te dijo algo más. Algo que te hizo llorar en la noche. Y algo que te hizo llorar al día siguiente.

Noelia suspiró antes de responder.

-Estamos todos muertos.

Jorge intentó conservar la calma.

-¿Por qué decis eso?

-Porque soy una loca de mierda ¿Sabías?... Mi papá se murió, yo colapsé... empecé a ver fantasmas en todos lados. Empecé a hacerme daño...- Noelia se levantó las mangas y le mostró cicatrices. - Mi mamá se asustó... ¡Y hace años que estoy en este lugar de mierda viendo fantasmas!

Algunos en la sala se dieron vuelta, para ver de donde venía esa discusión. Jorge intentó bajar la voz para responder.

-Pero yo también vi lo mismo. El encapuchado no es un fantasma... es un ser de carne y hueso. Posiblemente sea el asesino del doctor... y de Jaime.

-¿Cómo sabés qué no estás viendo fantasmas vos también?

-Yo también veo los míos... Pero no puede ser que compartamos la misma alucinación. El encapuchado es real.

-¿Está todo bien por acá?- El guardia negro se despertó y se les acercó.

-Si si- Respondió rápidamente Noelia.

-Anden con cuidado chiquis- Respondió el guardia y se alejó nuevamente.

Noelia miró nuevamente a Jorge.

-Estamos todos muertos. Vamos a morir uno por uno. Y no hay nada que el detective o cualquier fuerza de seguridad pueda hacer. ¿Querías saber qué me dijo el encapuchado? Ahí tenés. Espero que puedas vivir tranquilo.

Noelia se alejó pisando fuerte. La puerta se abrió y Moyano ingresó con una sonrisa sobradora.

-A ver, enfermos mentales. Un minuto de su atención. Vos rubiecito, vení conmigo afuera. El nuevo también.

Jorge y Carboni salieron. Moyano sin decir palabra los acompaño hasta una sala en donde, detrás de un escritorio, el detective Jennings ordenaba unos papeles.

-Qué pase el nuevo primero.

La tensión en el rostro de Carboni pareció aflojarse cuando vio al detective detrás de la mesa. Él y Moyano se quedaron solos afuera mientras Jorge ingresó a la sala de interrogatorios improvisada.

-Escuchame una cosa- Le susurró Moyano a Carboni -No se qué carajo le dijiste al detective, o de dónde se conocen, pero yo no confío en vos, para nada. Te voy a tener vigilado de cerca.

Carboni pareció alegrarse.

-¿Así que ya no estoy entre los sospechosos? Qué lástima doc... no va a tener ninguna excusa para castigarme.

-No estés tan seguro Carboni. Yo que vos camino con cuidado.

Un rato después, Jorge salió de la sala. El detective Jennings hizo pasar a Carboni, y le pidió un par de cosas a Moyano.

-Por favor, vaya llamando a los demás pacientes. Y usted, Taffarelia, espere afuera y vuelva con Carboni.

En la sala de interrogatorio

-Escuchame una cosa Cucho- Jennings se dirigió a Carboni con ese apodo- Este tipo es el sospechoso número 1. Vos vas a ser mi espía, quiero que vigiles todos sus movimientos. Que andes siempre cerca de él, y me cuentes todo lo que hace. Yo voy a pasar unos días más acá.

-Ernie... no me van a dejar hablar con vos. Moyano está a cargo, y me odia. Va a hacer lo posible para entorpecerme.

-Tenés mi autorización para salir de cualquier sala o terapia y hablar conmigo. Sino, yo voy a tratar de llegar a vos. Pero es importante que nadie sepa que nos conocemos. Es peligroso para vos...

-Ya de por sí es peligroso estar siguiendo al tipo este que querés que siga, Ernie.

-Tratá de no hacerlo tan evidente. Hacete amigo del tipo... que no parezca que lo estás espiando.

Carboni suspiró, y luego asintió con la cabeza.

-Voy a hacer lo posible.

-Lo se.

Jennings miró a Carboni y le palmeó un hombro.

-Vas a volver Cucho... te lo prometo.

Carboni salió de la sala. Jorge estaba de pie, apoyado contra una pared. Del otro lado, Moyano y el guardia negro traían a Fa y a Graciela hacia la sala de interrogatorio.

-Vuelvan a la sala de recreación con los demás. Ojo con lo que haces Carboni...- Moyano les señalo el pasillo por donde tenían que volver.

Doblaron por un pasillo que a Jorge le pareció familiar. Ascensor, baños, 6 puertas en el pasillo.

-El pasillo de mis pesadillas...

-¿Cómo?

Jorge se detuvo por un momento y se tomó la cabeza. Su mirada se detuvo en algo que había en el piso, debajo de la puerta del baño de mujeres.

Carboni miró al suelo también y se cubrió la boca con una mano.

-Sangre

Abrieron la puerta del baño y un escenario horrible les penetró la vista. En el suelo, delante de una de las canillas, el cuerpo apuñalado de Noelia perdía sangre. A su alrededor, el agua y los espejos rotos adornaban la siguiente escena del crimen.

viernes, 5 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 6)

Qué misterio que resulta ser la muerte. Incalculable, sorpresiva. Podemos calcular el día del nacimiento de un nuevo ser. Pero la defunción es algo que aún lleva un enorme signo de pregunta. Cuesta asimilar que aquel hombre que el día anterior me dio la bienvenida al instituto, hoy se despida del mundo. 

En el despacho del director, el detective de homicidios Ernesto Jennings interrogaba a una enfermera. Un fotógrafo retrataba la escena del crimen. Sentado delante del escritorio, el cadáver del doctor Kanemann no presentaba ninguna herida visible.

-Le juro señor, que en ningún momento vi entrar al doctor al despacho- Repitió la enfermera mientras el detective hacía sus anotaciones.
-¿Pero usted estaba en la recepción, exactamente afuera de este despacho?
-Así es señor. Desde las 9.
-¿No escuchó ningún golpe o ruido fuera de lo común?
-No... no recuerdo.
-Es probable que lo hayan traído muerto... o que haya entrado antes de las 9. ¿Nadie más entró?
-No señor. Al menos no por la puerta que da a la recepción.
-No hay otra puerta... o no parece haberla.

El detective se acercó a la ventana detrás de la silla donde yacía el cadáver.

-Mmm cerrada por dentro.

Jennings revisó el cuerpo. Le levantó una manga y enseguida notó un punto muy pequeño de sangre seca. A la altura de las muñecas tenía marcas de cinturón. Y tenía pegoteada la zona alrededor de la boca.

-Mmm... ¿Inyección?... Le ataron las manos a una silla, le pusieron cinta en la boca... y le inyectaron algo. ¿Veneno?

Miró el suelo y las paredes. Luego, el cesto de basura en una de las esquinas.

-Nada. Obviamente, la jeringa, el veneno, la cinta... las pruebas, no están en este cuarto.

La enfermera, nerviosa, continuaba de pie contra una de las paredes.

-¿Ya me puedo ir, detective?

Jennings, pensativo, miró a la enfermera, y luego a su fotógrafo.

-Señorita, resérveme una habitación en el instituto. Creo que voy a pasar un par de noches en este lugar... Es posible que el asesino siga acá dentro... Loyola -Señaló a su fotógrafo- Llame a los forenses y dígales que se lleven el cuerpo y determinen si el doctor fue envenenado.

-Si señor.

Esa noche

Jorge y los pacientes del sector C estaban shockeados por la noticia. Carboni, el paciente rubio, conversaba con Jorge, Fa y Noelia, la paciente más joven.

-Fue el hijo de mil puta de Moyano, estoy seguro. Ahora que no está ni el director titular ni el sobrinito Kanemann, él es el director designado. Demasiada casualidad.

-Estás mezclando los hechos con lo personal- Le respondió Jorge, pacíficamente.

-No. Fue él, estoy seguro. Conozco este tipo de casos... yo era policía antes... antes de que me trajeran acá.

-¿Y por qué te internaron?- Preguntó Jorge

-Larga historia...

-De todas formas- Agregó Fa -Hay un detective de homicidios en el instituto. Y los guardias están alertados. Difícilmente el asesino vuelva a actuar.

-Yo no estaría tan segura- Respondió Noelia, con preocupación.

La enfermera a cargo, le estaba suministrando pastillas para dormir al paciente más viejo. Los otros 3 pacientes del sector ya estaban acostados en sus respectivas camas.

-¡Gente, hora de dormir!- Anunció la enfermera. -¡Voy a apagar las luces! Buenas noches.

Carboni y Fa se dirigieron a sus camas. Noelia se acercó a Jorge y le dijo algo al oído.

-Yo también lo vi

-¿A quién?

-Al encapuchado... y él sabe que lo viste también.

Dicho esto, Noelia también enfiló hacia su cama.

Las luces se apagaron y Jorge, asustado, se sumergió en sus habituales pesadillas.

Pasaron un par de horas hasta que Jorge abrió los ojos. De pie, delante de su cama, Cecilia lo observaba mientras movía sus dedos ennegrecidos en una especie de saludo.

-Me imaginé que ibas a terminar en un lugar como este- Su difunta mujer le hablaba con una voz grave y ronca.
-¿Qué querés? Sabés que estoy acá para olvidarme de vos
-¿De mi? ¿O de tu error y sus consecuencias?

Jorge no respondió.

-Hipócrita. Sos un egoísta más. Toda la humanidad tiende hacia el individualismo... Son cosas que uno aprende viéndolas... desde afuera.

-Vos no sos Cecilia- Respondió Jorge al borde del llanto

-¡NO! ¡SOY UNA PUTA ALUCINACIÓN DE TU MENTE ENFERMA!

El grito rebotó por toda la habitación, aunque nadie de los que dormía pareció notarlo.

-Esto es una pesadilla... me quiero despertar.

Jorge bajó la vista y la cara quemada de Cecilia se le apareció a 2 centímetros de la suya. El susto lo hizo caerse de la cama. Antes de que despertase, Cecilia le señaló una de las camas.

-¿Qué le hiciste?- Preguntó Jorge en un susurro

-¿Yo? Nada, amor...

Cecilia volvió a hacer el gesto con los dedos en señal de saludo, guiñó un ojo y desapareció.

Al día siguiente, el primero de los pacientes muertos en el sector C fue la noticia del día.





jueves, 4 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 5)

¿Por qué será que algunas personas viven situaciones tan insólitas y rebuscadas? A veces pienso que nuestras vidas están escritas por algún enfermo mental de los que están internados acá de manera forzada. Drogados, en un cuarto con paredes blancas. Lo único que tienen a mano es un papel y un lápiz.... ni siquiera energía suficiente como para usarlos como armas suicidas. Entonces escriben... proyectan la violencia que tienen dentro en sus personajes. Y esos personajes conforman el mundo que conocemos. Si es así, le pido encarecidamente al enfermo que escribe mi vida, que me otorgue una existencia pacífica... o que me mate rápidamente. 

Esa mañana, el ambiente estaba colmado de un silencio incómodo y miradas preocupadas. Los ocho pacientes del sector "C" (entre los que estaba Jorge) se encontraban reunidos en un salón, donde al parecer se hacían las habituales terapias en conjunto. Jorge se sentó en un sillón azul, algo polvoriento, junto a un hombre corpulento de melena rubia oscura. Delante de ellos, una mesa de café los separaba del sillón de enfrente, ocupado por un hombre mayor (de unos 85 años, a simple vista), y un joven encorvado, de barbilla prominente y cabello negro peinado hacia adelante. En otro sillón, una mujer de no más de 25 años, miraba el suelo con las manos en la cabeza. De pie, detrás de ella, un joven de piel oscura y corte militar, golpeaba el piso con uno de sus pies, como gesto de impaciencia. Los 2 pacientes restantes eran una mujer gorda, que permanecía sentada mirándose las uñas, y un hombre con pelo largo atado en una cola de caballo, de pie en un rincón. Parado junto a la puerta, un guardia negro similar a Michael Duncan los miraba a todos en silencio.
El morocho de corte militar fue el primero en perder la paciencia.
-¿¡DONDE CARAJO ESTÁ EL PSIQUIATRA!? NO TIENEN UN MÍNIMO DE RESPONSABILIDAD
-Calmate Fa- Le respondió el guardia con una voz grave y gutural.

El morocho al que apodaban Fa, golpeó el sillón donde estaba sentada la mujer joven. La misma dio un salto del susto.

La puerta se abrió de golpe, y un hombre de anteojos, barba candado y cejas pobladas ingreso con paso firme. El rubio sentado junto a Jorge se movió en su asiento con cierta incomodidad.

-¡Muchachos! Se calman todos, tengo noticias para darles.

-Que mal me cae este tipo- Susurró el rubio

-El doctor Kanemann se tomó licencia anoche... Yo voy a ser su reemplazante hasta que vuelva. Les guste o no- Agregó esto último mirando al rubio, sentado junto a Jorge.

-Como ustedes sabrán- Prosiguió el hombre de barba candado- El instituto está con ciertos problemas a nivel directivo. El actual director se encuentra en juicio... Pero eso es algo que no debe preocuparlos por el momento. El doctor Kanemann, sobrino del director era candidato a reemplazarlo. Pero dadas las circunstancias...

Dejó la frase en el aire, y saboreó la tensión lograda. Miró a Jorge:

-Usted debe ser el nuevo. Me presento: soy el doctor Juan Carlos Moyano. La mayoría de los pacientes ya me conocen. Suelo oficiar de supervisor en las sesiones de Kanemann. Haga el favor de presentarse.

Jorge se aclaró la garganta y comenzó a hablar:

-Soy Jorge Taffarelia, tengo 32 años. Soy viudo... y esto es un poco lo que me trajo hasta acá.

-Su mujer era la chica del cigarrillo, ¿no? La de la explosión.

Un nuevo silencio invadió la sala.

-Conteste hombre- Agregó Moyano al no recibir respuesta.

-Sí, dicho detalladamente... así es.

-Ahora gente, cuéntenle todos a Jorge por qué están acá.

-Permítame interrumpirlo doctor- El rubio saltó de su asiento enojado -Al hacer esto estamos retrocediendo muchísimo los progresos que veníamos logrando con el otro doctor.

-¿A qué le tiene miedo, Carboni? ¿A admitir que es un asesino?

Al hombre rubio se le notaba la furia, pero aún así tomó asiento y se quedó en silencio.

Antes de que Moyano pudiera seguir hablando, la puerta se abrió nuevamente. Un hombre flaco, vestido igual que el guardia negro, entró de golpe en la sala.

-Doctor.... tenemos un problema. ¿Puede salir un segundo?
-Estoy en medio de la terapia, diga lo que tenga que decir acá mismo.
-No se si eso sea lo más conveniente doctor.
-Yo soy el que decide qué es conveniente y qué no. ¡Hable!
-Es el doctor Kanemann...- El guardia flaco se quedó en silencio mientras comenzaba un leve murmullo entre los pacientes.
-¡Cállense! ¿Qué pasa con el doctor? Tengo entendido que estaba de licencia.
-"Licencia" es una forma extraña de decirlo, doctor... Apareció muerto en el despacho del director.

La sala se quedó en silencio. La paciente más joven comenzó a llorar.