martes, 16 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 11)

¿En qué momento dejé de percibir la realidad? Me confundo. Dios, la fiebre me está matando... Aunque prefiero morir ahora, por enfermedad, y no ser víctima de una eventual tortura por parte de otro ser humano. ¿Estoy loco? Lo único que me mantiene conectado con el mundo real es el encapuchado, que me arrastra por este pasillo interminable. No es una alucinación. No puede ser que todos hayamos imaginado lo mismo... ¿O yo imaginé todo desde el principio?... Me va a explotar la cabeza. Quiero morir ya... YA ¡AHORA!  

-¿Me vas a matar?

El encapuchado sentó a Jorge en un diván y se quedó parado, de espaldas.

-Definí matar.

-Ehh... ¿Sacarme la vida? No me hagas pensar, no me siento bien.

-Quizás ya estés muerto desde hace mucho.

-¿Qué?

-Hay muchos muertos en vida. Gente que falla en un objetivo clave... o personas que sintieron que se les murió algo ante alguna pérdida. Incluso personas que ya cumplieron sus objetivos. Suponiendo claro, que haya objetivos. Es muy loco ponerse a pensar estas cosas. ¿Para qué estamos?

Jorge apenas podía seguirle el hilo de la conversación al encapuchado. Intentó ponerse de pie, pero rápidamente se sintió mareado y aturdido y volvió a sentarse.

-Tu enfermedad es tu propia prisión. Podría inmovilizarte para evitar que intentases atacarme, pero perdería un poco el riesgo... la diversión del asunto.

-¿Puedo atacarte? ¿Sos real?

-Estás hablando conmigo ¿No? Soy real, al menos para vos.

-¿Cecilia?

Hubo un silencio. Luego el encapuchado soltó una carcajada.

-JAAJAJJAJAJAJA. Es muy fácil adivinar por quién está internado cada uno de ustedes. Todos creen que soy algo así como la materialización de la persona que perdieron.

Jorge no respondió.

-Ahora bien. Si fuese... ¿Cecilia dijiste?... ¿Hay algo que quieras decirme?

-Perdoname. Fui un egoísta. Y vos hiciste bien en remarcármelo, amor.

-¿No somos todos egoístas, en algún punto? Digo, la naturaleza humana en sí es egoísta. Nuestro instinto de superación implica dejar al prójimo en el camino en pos de demostrarle que podemos llegar más lejos de lo que incluso pueden soñar. Si ese es el motivo de tu internación, esto va a ser más fácil de lo que pensé.

-¿Sos un psicólogo?

-Digamos que soy... un tratamiento más efectivo del que proponen acá. Pero la pregunta no es quién soy yo. La pregunta es ¿Quién sos vos?

-Jorge Taffarelia. Tengo 32 años. Soy viudo...

-Okey. Hasta ahí. ¿No se nos ocurre nada, y empezamos a contar nuestros problemas, no? Lamento informarte que seguís en tu etapa egoísta.

-¿Vos sos el asesino?

-Todos son sus propios asesinos. O al menos siempre hay un porcentaje de responsabilidad propia en nuestra respectiva muerte. Es algo que me enseño el doctor Kanemann. Y sí. Yo fui su asesino material... Pero el fue gran responsable, por convertirme a mi en un muerto en vida.

-Me hacés acordar a un delantero de un equipo de Nuñez.

-Sí. Somos todos peores que él. Por algo él y su mellizo juegan en la primera de dicho equipo, y nosotros no.

Jorge estaba a punto de perder la conciencia. Volaba de temperatura. Aún así intentó seguir la conversación.

-¿Me vas a matar?

-¿Querés qué lo haga?

Jorge no respondió. No entendía a qué se debía la pregunta.

-La muerte es una posibilidad. Es revelar el misterio número uno por naturaleza... o no. Lo más probable es que no se tenga ningún tipo de conciencia al estar muerto. ¿Quién sabe? Pero lo que te voy a decir es una realidad: no estás mejor acá, en esta vida.

-¿Eso es lo qué hacés? ¿Convencer a todos que la muerte es mejor? ¿No te parece una solución cobarde?

-En algún momento de tu vida seguramente te lo planteaste. Yo te puedo decir que no tiene caso luchar por... nada en concreto. Porque eso es lo que te espera allá afuera. NADA. Nadie te regala nada. A nadie le interesa que vos te cures y salgas por la puerta del frente. Al instituto le sirve que te quedes de por vida. Al detective que está dentro, le sirve resolver el caso para aumentar su prestigio... ni siquiera se preocupa por la seguridad de la gente. Mi solución es fácil: indolora, si así me lo pedís.

-¿Y si te digo que no quiero morir?

-Entonces levantate y volvé a tu celda. Para ser el más cuerdo de todos los que están acá, sos bastante estúpido.

-¿Los demás accedieron a morir?

-Inconscientemente siempre quisieron morir. La mayoría eligió la manera indolora, y los comprendo... ya sufrieron bastante en vida.

-Salvo...

-Salvo Noelia, si. No solo disfrutó del dolor, sino que me pidió especialmente que le complicase la vida a quien la molestó durante sus últimos días.

-¿A mi?... ¿Vos sos Ricky?

-¡Felicidades! Sos el primero en adivinar mi identidad.

-¿Cómo? ¿Cómo tuviste tanta libertad para moverte y matar a todos?

-Lo cierto es que la seguridad acá es malísima. Igual, supongo que ya notaste que te traje por un pasadizo secreto. Los hay por todo el instituto. Todos desembocan acá. Acá donde los Kanemann nos torturaban, para avanzar con sus experimentos... Volviendo a lo nuestro...

Ricky buscó algo en un cajón. Sacó una pistola y le apuntó a Jorge.

-¿Estás seguro de tu decisión?

Jorge levantó las manos, y asintió con fuerza.

-Entonces... tomá.

Ricky le dio el arma a Jorge, y le palmeó un hombro.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Es un mundo complicado el que te espera, es mejor que estés bien equipado.

Ricky se alejó. Jorge lo pensó por un momento. Luego, se dio vuelta y le apuntó a Ricky. Las luces se apagaron, y se escuchó un disparo. Pocos segundos después, se oyó un segundo disparo y Jorge cayó al suelo.

 -¡Le di! Creo que le di.

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