viernes, 5 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 6)

Qué misterio que resulta ser la muerte. Incalculable, sorpresiva. Podemos calcular el día del nacimiento de un nuevo ser. Pero la defunción es algo que aún lleva un enorme signo de pregunta. Cuesta asimilar que aquel hombre que el día anterior me dio la bienvenida al instituto, hoy se despida del mundo. 

En el despacho del director, el detective de homicidios Ernesto Jennings interrogaba a una enfermera. Un fotógrafo retrataba la escena del crimen. Sentado delante del escritorio, el cadáver del doctor Kanemann no presentaba ninguna herida visible.

-Le juro señor, que en ningún momento vi entrar al doctor al despacho- Repitió la enfermera mientras el detective hacía sus anotaciones.
-¿Pero usted estaba en la recepción, exactamente afuera de este despacho?
-Así es señor. Desde las 9.
-¿No escuchó ningún golpe o ruido fuera de lo común?
-No... no recuerdo.
-Es probable que lo hayan traído muerto... o que haya entrado antes de las 9. ¿Nadie más entró?
-No señor. Al menos no por la puerta que da a la recepción.
-No hay otra puerta... o no parece haberla.

El detective se acercó a la ventana detrás de la silla donde yacía el cadáver.

-Mmm cerrada por dentro.

Jennings revisó el cuerpo. Le levantó una manga y enseguida notó un punto muy pequeño de sangre seca. A la altura de las muñecas tenía marcas de cinturón. Y tenía pegoteada la zona alrededor de la boca.

-Mmm... ¿Inyección?... Le ataron las manos a una silla, le pusieron cinta en la boca... y le inyectaron algo. ¿Veneno?

Miró el suelo y las paredes. Luego, el cesto de basura en una de las esquinas.

-Nada. Obviamente, la jeringa, el veneno, la cinta... las pruebas, no están en este cuarto.

La enfermera, nerviosa, continuaba de pie contra una de las paredes.

-¿Ya me puedo ir, detective?

Jennings, pensativo, miró a la enfermera, y luego a su fotógrafo.

-Señorita, resérveme una habitación en el instituto. Creo que voy a pasar un par de noches en este lugar... Es posible que el asesino siga acá dentro... Loyola -Señaló a su fotógrafo- Llame a los forenses y dígales que se lleven el cuerpo y determinen si el doctor fue envenenado.

-Si señor.

Esa noche

Jorge y los pacientes del sector C estaban shockeados por la noticia. Carboni, el paciente rubio, conversaba con Jorge, Fa y Noelia, la paciente más joven.

-Fue el hijo de mil puta de Moyano, estoy seguro. Ahora que no está ni el director titular ni el sobrinito Kanemann, él es el director designado. Demasiada casualidad.

-Estás mezclando los hechos con lo personal- Le respondió Jorge, pacíficamente.

-No. Fue él, estoy seguro. Conozco este tipo de casos... yo era policía antes... antes de que me trajeran acá.

-¿Y por qué te internaron?- Preguntó Jorge

-Larga historia...

-De todas formas- Agregó Fa -Hay un detective de homicidios en el instituto. Y los guardias están alertados. Difícilmente el asesino vuelva a actuar.

-Yo no estaría tan segura- Respondió Noelia, con preocupación.

La enfermera a cargo, le estaba suministrando pastillas para dormir al paciente más viejo. Los otros 3 pacientes del sector ya estaban acostados en sus respectivas camas.

-¡Gente, hora de dormir!- Anunció la enfermera. -¡Voy a apagar las luces! Buenas noches.

Carboni y Fa se dirigieron a sus camas. Noelia se acercó a Jorge y le dijo algo al oído.

-Yo también lo vi

-¿A quién?

-Al encapuchado... y él sabe que lo viste también.

Dicho esto, Noelia también enfiló hacia su cama.

Las luces se apagaron y Jorge, asustado, se sumergió en sus habituales pesadillas.

Pasaron un par de horas hasta que Jorge abrió los ojos. De pie, delante de su cama, Cecilia lo observaba mientras movía sus dedos ennegrecidos en una especie de saludo.

-Me imaginé que ibas a terminar en un lugar como este- Su difunta mujer le hablaba con una voz grave y ronca.
-¿Qué querés? Sabés que estoy acá para olvidarme de vos
-¿De mi? ¿O de tu error y sus consecuencias?

Jorge no respondió.

-Hipócrita. Sos un egoísta más. Toda la humanidad tiende hacia el individualismo... Son cosas que uno aprende viéndolas... desde afuera.

-Vos no sos Cecilia- Respondió Jorge al borde del llanto

-¡NO! ¡SOY UNA PUTA ALUCINACIÓN DE TU MENTE ENFERMA!

El grito rebotó por toda la habitación, aunque nadie de los que dormía pareció notarlo.

-Esto es una pesadilla... me quiero despertar.

Jorge bajó la vista y la cara quemada de Cecilia se le apareció a 2 centímetros de la suya. El susto lo hizo caerse de la cama. Antes de que despertase, Cecilia le señaló una de las camas.

-¿Qué le hiciste?- Preguntó Jorge en un susurro

-¿Yo? Nada, amor...

Cecilia volvió a hacer el gesto con los dedos en señal de saludo, guiñó un ojo y desapareció.

Al día siguiente, el primero de los pacientes muertos en el sector C fue la noticia del día.





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