jueves, 4 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 5)

¿Por qué será que algunas personas viven situaciones tan insólitas y rebuscadas? A veces pienso que nuestras vidas están escritas por algún enfermo mental de los que están internados acá de manera forzada. Drogados, en un cuarto con paredes blancas. Lo único que tienen a mano es un papel y un lápiz.... ni siquiera energía suficiente como para usarlos como armas suicidas. Entonces escriben... proyectan la violencia que tienen dentro en sus personajes. Y esos personajes conforman el mundo que conocemos. Si es así, le pido encarecidamente al enfermo que escribe mi vida, que me otorgue una existencia pacífica... o que me mate rápidamente. 

Esa mañana, el ambiente estaba colmado de un silencio incómodo y miradas preocupadas. Los ocho pacientes del sector "C" (entre los que estaba Jorge) se encontraban reunidos en un salón, donde al parecer se hacían las habituales terapias en conjunto. Jorge se sentó en un sillón azul, algo polvoriento, junto a un hombre corpulento de melena rubia oscura. Delante de ellos, una mesa de café los separaba del sillón de enfrente, ocupado por un hombre mayor (de unos 85 años, a simple vista), y un joven encorvado, de barbilla prominente y cabello negro peinado hacia adelante. En otro sillón, una mujer de no más de 25 años, miraba el suelo con las manos en la cabeza. De pie, detrás de ella, un joven de piel oscura y corte militar, golpeaba el piso con uno de sus pies, como gesto de impaciencia. Los 2 pacientes restantes eran una mujer gorda, que permanecía sentada mirándose las uñas, y un hombre con pelo largo atado en una cola de caballo, de pie en un rincón. Parado junto a la puerta, un guardia negro similar a Michael Duncan los miraba a todos en silencio.
El morocho de corte militar fue el primero en perder la paciencia.
-¿¡DONDE CARAJO ESTÁ EL PSIQUIATRA!? NO TIENEN UN MÍNIMO DE RESPONSABILIDAD
-Calmate Fa- Le respondió el guardia con una voz grave y gutural.

El morocho al que apodaban Fa, golpeó el sillón donde estaba sentada la mujer joven. La misma dio un salto del susto.

La puerta se abrió de golpe, y un hombre de anteojos, barba candado y cejas pobladas ingreso con paso firme. El rubio sentado junto a Jorge se movió en su asiento con cierta incomodidad.

-¡Muchachos! Se calman todos, tengo noticias para darles.

-Que mal me cae este tipo- Susurró el rubio

-El doctor Kanemann se tomó licencia anoche... Yo voy a ser su reemplazante hasta que vuelva. Les guste o no- Agregó esto último mirando al rubio, sentado junto a Jorge.

-Como ustedes sabrán- Prosiguió el hombre de barba candado- El instituto está con ciertos problemas a nivel directivo. El actual director se encuentra en juicio... Pero eso es algo que no debe preocuparlos por el momento. El doctor Kanemann, sobrino del director era candidato a reemplazarlo. Pero dadas las circunstancias...

Dejó la frase en el aire, y saboreó la tensión lograda. Miró a Jorge:

-Usted debe ser el nuevo. Me presento: soy el doctor Juan Carlos Moyano. La mayoría de los pacientes ya me conocen. Suelo oficiar de supervisor en las sesiones de Kanemann. Haga el favor de presentarse.

Jorge se aclaró la garganta y comenzó a hablar:

-Soy Jorge Taffarelia, tengo 32 años. Soy viudo... y esto es un poco lo que me trajo hasta acá.

-Su mujer era la chica del cigarrillo, ¿no? La de la explosión.

Un nuevo silencio invadió la sala.

-Conteste hombre- Agregó Moyano al no recibir respuesta.

-Sí, dicho detalladamente... así es.

-Ahora gente, cuéntenle todos a Jorge por qué están acá.

-Permítame interrumpirlo doctor- El rubio saltó de su asiento enojado -Al hacer esto estamos retrocediendo muchísimo los progresos que veníamos logrando con el otro doctor.

-¿A qué le tiene miedo, Carboni? ¿A admitir que es un asesino?

Al hombre rubio se le notaba la furia, pero aún así tomó asiento y se quedó en silencio.

Antes de que Moyano pudiera seguir hablando, la puerta se abrió nuevamente. Un hombre flaco, vestido igual que el guardia negro, entró de golpe en la sala.

-Doctor.... tenemos un problema. ¿Puede salir un segundo?
-Estoy en medio de la terapia, diga lo que tenga que decir acá mismo.
-No se si eso sea lo más conveniente doctor.
-Yo soy el que decide qué es conveniente y qué no. ¡Hable!
-Es el doctor Kanemann...- El guardia flaco se quedó en silencio mientras comenzaba un leve murmullo entre los pacientes.
-¡Cállense! ¿Qué pasa con el doctor? Tengo entendido que estaba de licencia.
-"Licencia" es una forma extraña de decirlo, doctor... Apareció muerto en el despacho del director.

La sala se quedó en silencio. La paciente más joven comenzó a llorar.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario/opinión/crítica/puteada