lunes, 15 de octubre de 2012

Instituto mental (Parte 10)

Siempre me pareció que el típico "digo la verdad pero nadie me cree" era cosa de las películas. Nunca pensé que iba a vivir una situación así en carne propia. Hoy soy el sospechoso principal de asesinatos que no cometí... pero la verdad siempre termina saliendo a la luz ¿No?

-¡Eran los medicamentos!

Los resultados de la autopsia de Barragona (la 1era víctima) llegaron horas después de la muerte de Neuro. Jennings estaba furioso con todo el mundo.

-¡Moyano! Ya mismo aísle a los pacientes restantes del sector. Menos a Carboni.

-Discúlpeme detective. Le recuerdo que yo sigo a cargo de este instituto. Usted no tiene derecho a dar órdenes. Además, es imposible que un paciente haya envenenado los medicamentos.

-Lo podría meter preso ahora mismo, por negligencia en el trabajo y por interferir en los avances policiales. Y eso sin contar que usted mismo es un sospechoso. Hágame el favor de obedecer Moyano.

Moyano comenzaba a perder la paciencia también.

-¿Usted sabe, detective, el horror que tuvo que pasar mi familia, por culpa de lo que usted llama "avances policiales"? Creo que usted ya conoce a mi mujer.

-No le entiendo.

-Flavia Grutas. La hermana mayor de Luciano Grutas. ¿Le suena ese nombre?... O quizás le suene "Ezequiel Carboni". Uno de mis pacientes que USTED transfirió a este instituto, para hacerlo zafar de una merecida condena. Diga lo que quiera, pero para mi, ese tipo es tan sospechoso como el resto, y no le voy a dar ningún trato especial.

Antes que Jennings pudiese decir una palabra más, Moyano se dio vuelta y miró al guardia negro.

-¡Por favor! Lleve a todos los pacientes del sector C a los cuartos de aislamiento. A TODOS.

-Si señor.

-Yo tengo que hacer un par de llamadas. Hay que mandar a revisar la última partida de medicamentos.


Esa noche

Jorge, de algún modo, sabía que él era el principal sospechoso. Tenía que encontrar un modo de probar su inocencia, antes de que lo dejaran morir, tirado en esa habitación oscura de paredes acolchonadas.

-Los envenenaron, no hay duda... ¿Pero quién?

-El encapuchado... ¿No te acordás?

Jorge se estremeció. Hasta ese momento, estaba seguro de estar totalmente solo.

-¿Quién está ahí?

La habitación estaba totalmente a oscuras. Jorge temblaba ante la posibilidad de que hubiese alguien más. Nadie respondió.

-Tengo fiebre. Seguro esa voz fue una alucinación.

-La ruta del encapuchado... los experimentos. Tratá de relacionar las cosas, estúpido.

Esta vez la voz sonó muy cerca.

-¿Quién es?.... Estoy enfermo e indefenso. Por favor, déjeme en paz.

Esta vez la respuesta la escuchó en su oído. Jorge tenía a alguien al lado, hablándole.

-¿La querés más fácil? ¿Dónde viste al bendito encapuchado por primera vez?

-¡No se! ¡NO SE! dejame en paz, por favor...

Un sonido muy agudo, como de un micrófono acoplando, inundó la habitación.

ESTÚPIDO! ¡PENSÁ!...- La voz tenía una tonalidad casi demoníaca -La cama de la emo. Abajo. Luego de que me viste...

-¿Te vi?

-En sueños, amor.

-Cecilia...

Unos labios fríos besaron los suyos. Y luego el piso comenzó a temblar. O al menos eso le pareció...

-¡Cecilia!

No hubo respuesta. El piso seguía temblando, cada vez más fuerte.

-¡Volvé, no te vayas! ¡No me dejes!

Una baldosa en el piso se abrió. La luz de abajo le permitió distinguir la silueta de un encapuchado.

-Vení

Jorge, débil como estaba, se dejó arrastrar hacia el pasadizo, en donde sabía que le esperaba una muerte segura.

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