sábado, 29 de septiembre de 2012

Instituto mental (Parte 4)

-Creo que no hay un silencio más incómodo que el que ocurre luego de un comentario accidental sobre un difunto. En el funeral de Cecilia, alguien dijo "Que seremos para las estrellas que viven una eternidad... un fósforo que se prende y se apaga". Sin mala intención, pero se dio aquel cese de voces tan común y a la vez tan... sepulcral. "Perdón", dijo luego.

Jorge despertó en el suelo de un pasillo oscuro y ancho. Unos pocos metros a su derecha había un ascensor automático con puertas plateadas. A su izquierda, una puerta con un cartel, imposible de leer debido a la oscuridad. Delante de él, el pasillo tenía unos 60 metros de largo. Había 3 puertas de cada lado, y una escalera al fondo a la izquierda. Detrás suyo, había otras dos puertas. Una azul con el dibujo de un hombre, y otra rosa con el dibujo de una mujer. Baños.

-Ya estuve acá.

Se incorporó y comenzó a caminar. Rápidamente sintió un leve mareo y un dolor intenso en la zona cervical. Se detuvo un momento y se masajeó el cuello. Por más que intentaba, no recordaba donde estaba exactamente ni en qué momento se había quedado dormido en el suelo.
Continuó caminando por el pasillo. El eco de sus pasos era el único sonido que se podía apreciar, y la única fuente de luz parecía venir de la última puerta de la derecha. Un débil destello anaranjado provenía del interior de aquel cuarto. Se dirigió lentamente hacia allí, intentando encontrar el origen de aquella luz.

- ... Shhh.

Jorge se paralizó, y algo tan primitivo como el miedo a la oscuridad surgió de sus entrañas. En ese momento supo que no estaba solo en aquel pasillo. Escuchó pasos detrás de él. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el último cuarto de la derecha.
Era una habitación amplia, con 4 camas de cada lado. Al fondo, una chimenea iluminaba levemente el cuarto. Se acercó lentamente al fuego, intentando tranquilizarse.

Nuevamente algo sonó detrás de él... un sonido metálico, como una moneda cayendo al suelo. Jorge tembló de miedo, y lentamente se dio vuelta. La puerta por la que había entrado momentos antes seguía abierta, pero no había nadie allí parado.
La tercera cama de la izquierda, contando desde la puerta, estaba ocupada. Se acercó y se sorprendió de verse a si mismo durmiendo en ella.

Una sombra se reflejo en la pared, como si alguien hubiese pasado caminando junto al fuego. Giró sobre sus talones.... Nadie. Volvió a mirar hacia la cama.... y allí estaba.
Parada junto a su cuerpo dormido, Cecilia lo observó fijamente, con una mirada que denotaba odio. Su piel estaba quemada. No tenía pelo. El labio superior dejaba entrever unos dientes amarillentos. Pero no había duda que era ella. Cecilia levantó uno de sus brazos calcinados, y golpeó con fuerza el cuerpo dormido de Jorge, mientras un grito ensordecedor invadió toda la habitación.

Jorge despertó, transpirando, en su cama del instituto. Se encontraba en el cuarto que acababa de ver en sueños. Con el corazón latiendo con fuerza, observó su entorno. Cecilia ya no estaba. Todas las camas estaban ocupadas por sus compañeros de habitación. Todos profundamente dormidos, con excepción de la mujer en la cama junto a la suya. Lloraba.
Antes de dormirse nuevamente, le pareció ver a alguien más. Alguien encapuchado, debajo de la cama de al lado.

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