domingo, 2 de septiembre de 2012

El sendero de las rejas (Parte 4)


No tuvo tiempo de reacción. El pitido volvió a sonar en su cabeza, y Gabriel cayó de rodillas en el piso del cementerio. Levantó la vista. Lucia tenía cuerpo de nena, pero la cara era la de la aterradora criatura, con golpes y heridas sangrantes. Pero esta vez había algo diferente… Más humano, detrás de aquellos cortes y moretones. Y más que miedo, sintió tristeza.
De pronto, una luz blanca cubrió todo su entorno. Y el cementerio desapareció.
Se encontraba en una casa que le resultaba conocida. No era la suya, ni la de sus padres. Una puerta se abrió, y le sorprendió verse a si mismo saliendo por ella. Una versión más joven de Gabriel Blucker. Y junto a él, una joven muy atractiva.
-¡Laura!
No lo oían, por supuesto. Ni su versión más joven, ni la de su ex. Estaba dentro de un flashback. Y él recordaba muy bien ese día. 
-La cuestión es que voy a agarrar ese laburo. Es una posibilidad única.- Le comentó el joven Gabriel a Laura.
-No entiendo. ¿Vas a desconectarte de todo e irte a la loma del culo? ¿Así sin pensarlo?    
-¿Te creés que no lo pensé? Analicé pros y contras desde todos los puntos posibles. Y mis viejos están de acuerdo.
-Sabés perfectamente que no me puedo ir, Gabriel. Tengo a mi viejo internado. Tengo la facultad, el trabajo. ¿Toda una vida que se me va a ir a la mierda porque a vos te pinta ir a vivir a la otra punta del planeta? No, no pienso seguirte.
-Y no te estoy pidiendo que lo hagas…
-¿Y entonces? ¿Vamos a mantener una relación a distancia?
Gabriel juntó las palmas de sus manos y miro al piso, sin poder decir palabra.
-¿Me vas a dejar?- Preguntó Laura –¿Por unos pesitos de mierda, me vas a dejar?
El “viejo” Gabriel recitó la respuesta de memoria, junto a su par más joven.
-No es un simple sueldito. Es la posibilidad de asegurarme de por vida. Allá pagan fortunas por alguien que enseñe la asignatura que doy. Y a mi corta edad… todo suma.
Laura miró al piso. Se esforzaba por no llorar.
El joven Gabriel intentó abrazarla, pero ella lo apartó.
-Perdoname Laura. Yo se que vas a encontrar a alguien mejor que yo. 
Dicho esto, se dirigió hacia la puerta de calle.
-Estoy embarazada
El joven Gabriel se frenó en seco. El viejo Gabriel se tomó la cabeza.
-Es mentira eso, Laura. No hace falta que tires ese manotazo.
-Te estoy hablando en serio. Me hubiese gustado decírtelo en otras circunstancias… pero no me queda otra.
Gabriel negó con la cabeza. 
-Sinceramente me da lástima que tengas que recurrir a este tipo de mentiras. Chau Laura. Lamento que todo haya terminado así.
Dicho esto salió a la calle, saludando a Laura por última vez en su vida.
Una luz blanca cubrió todo otra vez, y el escenario cambio.
Reapareció en una calle cercana a la casa en donde estaba antes. Delante de él, Laura caminaba tomando de la mano a la pequeña Lucía. La nena tenía el uniforme del jardín de infantes, y la mochila en su espalda. A Laura se la notaba triste. 
-¿A dónde se fue el abuelo mami?
Laura giró lentamente la cabeza hacia su hija.
-No lo se, amor.
-Me dijo la buela que se fue al cielo. Y que nos va a ver siempre.
-La abuela necesita creer que es así. Pero nadie realmente lo sabe. 
-¡GATITO!
Un gato con una pelota de colores se metió por un pasaje, y Lucía lo siguió. Laura dejó que su hija se divierta persiguiendo al animal.
-¡No te alejes mucho amor!
La advertencia no sirvió de nada. Detrás de una columna salió un joven, desdentado, vestido con ropa rota y sucia. Tenía una navaja en la mano y capturó a la pequeña Lucía sin problemas.
-Hola ¿Cómo te llamás neni? 
-Lucía
-¡SACALE LAS MANOS DE ENCIMA!
-¿Eh? Hablame bien. Tengo nombre yo.
-Perdón. No se como te llamás, ni me importa. Solamente quiero que sueltes a mi hija y nos dejes ir.
Laura se acercó lentamente, hasta quedar delante del joven.
-Por qué? 
Laura sacó la billetera de su cartera.
--Tomá. Eso es todo lo que tengo ¿Nos podes dejar ir?
Tiró la billetera al piso, detrás de aquel hombre. En cuanto se agachó a agarrarla, Laura lo empujó con todas sus fuerzas.
-¡Corré Lucia! ¡Vamonos!
La nena obedeció y corrió saliendo de aquel pasaje. El joven se levantó rápidamente y tacleó a Laura, haciéndola caer al piso.
-¡Mamá!
-¡CORRÉ AMOR! ¡NO PARES!
Y en el forcejeo, Laura recibió el primer navajazo en la pierna.
-¡AAAAHH! 
Laura sintió su propia sangre saliendo a través de la media. El dolor era insoportable.
-¿Así que me empujás? ¿Empujas a los hombres a la cama con esa fuerza? Me excita, me calienta mucho.
Dicho esto, comenzó a bajarle los pantalones a la fuerza.
Gabriel no soportaba seguir viendo esa escena. Pero, por más que cerraba los ojos, esta seguía reproduciéndose en su mente.

-¿Donde está papi? ¿Eh? ¿Donde está que no viene a buscar a la nena?
Con cada palabra, el joven desdentado tironeaba con mayor fuerza el pelo de Laura.

-Shhhh, no llorés más. NO LLORES MÁS DIJE.
El hombre usó la navaja otra vez, en esta ocasión sobre el rostro de Laura.
-¡AAAHHHH!  
El corte en la mejilla sangraba.  

-Hija de puta, no paraste de llorar nunca.
Dicho esto, dio vuelta a su victima y comenzó a golpearla y a tajearla cruelmente.
Gabriel lloró desconsoladamente, con una mezcla de rabia y tristeza. Con aquel monstruo, consigo mismo, con el mundo. “¿Así que papi no vino?” No, papi estaba llenándose los bolsillos mientras mami redoblaba su esfuerzo. Y protegía a la criatura con su propia vida.
Todo se puso blanco otra vez, y luego… oscuridad. 
Se encontraba otra vez delante de la tumba de Laura. Lucía ya no estaba. A lo lejos había una luz azul parpadeante, y la inconfundible sirena de un patrullero. 


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