martes, 25 de septiembre de 2012

Instituto mental (Parte 3)

-Creo, doctor, que en las centésimas de segundo previas a un desastre, nuestro cerebro comprende todo acerca de todas las cosas. Y aquel conocimiento se va... simplemente desaparece en el segundo siguiente, reemplazado por la angustia y el dolor.

En el hospital

Jorge hundió la cabeza en sus brazos, dispuestos en forma de almohada, y en esa posición lloró desconsoladamente. El psiquiatra sacó de una carpeta unos papeles y se los acercó a su paciente.

-Quiero que comprenda, señor Taffarelia... Jorge. Quiero que quede claro que este tratamiento es opcional. Quizás sea aun muy pronto para usted.

Jorge levantó la vista. En su mano tenía la foto que le habían alcanzado momentos antes. Cecilia, en la playa. Ella le había dicho que recostarse a mirar el cielo azul despejado era la mejor manera de sentirse vivo. Y que ese momento era simplemente perfecto.

-Quiero hacerlo ahora. Estoy listo, doc.
-Me alegro, Jorge. Necesito que firme estos papeles.
-¿Para qué son?
-Es una confirmación. Básicamente dice que usted se está internando y sometiendo a nuestro tratamiento en forma voluntaria.

Jorge asintió. El doctor se tomó unos instantes para que su paciente leyera el papel, y luego agregó:

-Todos en este lugar están intentando superar una pérdida. Y créame, usted se lo ha tomado demasiado bien.
-¿En qué sentido?
-Bueno... no todos están internados de forma voluntaria. Algunos eligen como método de descarga hacerle daño a otros... o a sí mismos. Esos requieren de un tratamiento prolongado. Algunos incluso, están de forma permanente. Con esto no quiero asustarlo... simplemente quiero que vaya conociendo su entorno. Usted no va a correr ningún peligro, eso se lo puedo asegurar. Pero va a tener algunos horarios en común con personas... un tanto más perturbadas que usted.
-Entiendo.
-Usted decide, Jorge.

Le señalo nuevamente el papel y el bolígrafo junto a él. En la mente de Jorge, el saludo de Cecilia a través del vidrio del bar Richards se repetía una y otra vez. Pero ahora no estaba seguro si se trataba de el planeado reencuentro, o de una despedida.
Se dio un par de golpecitos en la frente con la lapicera, y acto seguido firmó los papeles.

-Bienvenido al Instituto, Jorge.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario/opinión/crítica/puteada