lunes, 24 de septiembre de 2012

Instituto mental (Parte 2)

-Imposible que nadie más haya visto semejante pérdida...

4 DÍAS ANTES

-¿No ves que estoy cruzando, animal?
-¡Usá la senda peatonal, estúpido! Las líneas blancas, ¿Las ves?
-Tocás bocina al pedo, ya estaba casi pisando la vereda.

La discusión entre aquel hombre de anteojos y barba oscura, y el hombre mayor de bigote blanco y vestimenta formal eran el centro de atención de toda la avenida a esas horas de la tarde. Nadie pareció notar el charco de nafta que estaba dejando el Citroen azul que acababa de estacionar el hombre más viejo. Sus zapatos recién lustrados estaban pisando una baldosa llena de líquido inflamable proveniente de su propio vehículo, que se encontraba estacionado detrás de él, pegado al cordón de la vereda.
El hombre más joven dentro de aquel fuerte cruce verbal, fue el primero en notar el peligroso desperfecto.

-Tenga cuidado la próxima vez. Le recomiendo a partir de ahora mirar mejor por donde pisa.- Agregó Jorge.
-¿Me está amenazando joven?
-No. Sólo le estoy advirtiendo. Quizás el destino le tenga preparada una mala jugada.
-Ya va a oír hablar de mi. Se lo juro- Exclamó furioso el hombre viejo, y se alejó pisando fuerte.

Jorge, todavía observado por mucha gente en la avenida, se metió al bar Richards. El lugar no era muy grande. Apenas había 4 filas de 4 mesas cada una (un total de 16 mesas). Ricardo, sin proponérselo, le salvó la vida a su cliente.
-¿Qué tal maestro? Tanto tiempo. Venga, siéntese al lado del mostrador, así conversamos.

El dueño del bar le señaló la mesa del fondo a su habitual cliente. Jorge devolvió el saludo y agregó:
-Qué mal humor que tengo. Casi me agarro a las piñas con el tipo ese. Decí que es un viejito de mierda, sino te juro que lo cagaba a piñas.
-No se haga mala sangre, amigo. Muchos se creen los dueños de la calle. La solución es simple: si lo insultan, ignore. Si lo tocan, denuncie.
-Por suerte hoy vuelve mi mujer, de Estados Unidos. Se casó la hermana.- Jorge miró su reloj y agregó- Tiene que estar por llegar.
-Me alegro maestro. ¿Y usted no la acompañó?
-Sinceramente no me gusta viajar.

Jorge se rió. En su bolsillo comenzó a sonar Get Out The Door de Velvet Revolver, y rápidamente contestó su celular.
-Hola
-Hola amor. Ya casi estoy llegando.
-¿Cómo la pasaste?
-Terrible. Mi mamá está insoportable. Y el novio de mi hermana... mmm, ya le veo los cuernos a Marcela desde Buenos Aires.
-Me imagino.
-Ya te voy a contar. Che, estoy parada en la esquina de la avenida, donde hay un quiosco.
-Tenés que cruzar. Ojo que hay un par de locos manejando. Cruzá por la senda.
-Sí, mi amor.

Segundos después, Cecilia saludó a su marido a través del vidrio del bar. Estaba fumando, parada delante del Citroen azul, donde minutos antes Jorge había tenido la discusión con el viejo de bigote.

-Todavía con ese mal hábito- Le dijo Jorge por celular, risueño, mientras la miraba por la ventana.
-Ya lo voy a dejar...

Todo ocurrió en fracciones de segundo. Jorge vio el desastre inminente, en el punto inevitable.

-¡AMOR, NO!

Cecilia tiró su cigarrillo en el suelo embadurnado en nafta. Los vapores del combustible convirtieron la brasa en incendio y explosión.

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