lunes, 12 de marzo de 2012

La vida y la vida después de la vida.

A todos nos ha pasado alguna vez de reflexionar acerca de lo que puede llegar a pasar después de que morimos. Sí le vamos a ver la cara a un supuesto "Dios" (si el mismo se va a ver como Morgan Freeman), si vamos a ver a nuestros seres queridos desde una estructura fantasmal, si vamos a renacer en el cuerpo de otro ser (humano o no), si lo que conocemos como "yo" va a seguir estando en nuestro cerebro muerto dentro de un cuerpo paralizado hasta que lo devoren los descomponedores de la cadena alimenticia, y otras alternativas que ahora no se me ocurren.

No es por ser reiterativo, pero le tengo que caer nuevamente a la TV, gran modelador de pensamiento de los últimos dos siglos. En este caso, las millones de películas, series y novelas cuya temática se centra en la vida después de la vida e intentan ofrecer una solución a este gran interrogante que se nos presenta a medida que nos acercamos al límite de edad del ser humano año tras año.
La televisión no es la única: también pasa por las creencias de la familia, los amigos y el entorno social que nos rodea.
En lo personal, he reflexionado acerca de todas las posibilidades que pueden darse después de morir, y todas tienen un factor en común: son incomprobables. Ninguna se sostiene con un argumento sólido como para tomarla como válida, y no existe ninguna tecnología que permita demostrar si seguimos existiendo, y en qué condiciones. Todo se basa en mera suposición, y en el miedo de los seres humanos a convertirse en la nada misma.

En primer lugar quiero hacer una crítica a partir de una opinión propia: desde hace siglos que las instituciones religiosas se basan en este miedo para atraer seguidores, seduciéndolos con la "bendita" solución... y como contrapartida, amenazándolos con el "infierno" o el "purgatorio". Con esto no hacen más que controlar el pensamiento (e incluso la vida misma) de sus creyentes.

A partir de dicha crítica, aconsejaría que la mejor solución es vivir sin este tipo de limitaciones, y sin pensar en "después de morir". No quiero que me hagan creer que hay "bien" y "mal" en situaciones que no afectan a terceros. No quiero que me digan que dichas situaciones pueden alterar mi destino en una supuesta "mejor vida". Quiero vivir el día a día sin pensarlo como un conteo regresivo hacia el inevitable final. No se que va a pasar con mi existencia después de que muera, no tengo forma de saberlo... pero no va a ser un miedo ni un condicionamiento en mi día a día.

Disfruten todo al máximo. Simplemente eso.

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