sábado, 22 de junio de 2013

Analogía futbolera

Vamos a suponer que la vida es una cancha de fútbol. Un amplio territorio con compañeros que persiguen un objetivo común y nos ayudan, y gente que constantemente nos quiere perjudicar en pos de conseguir sus propios beneficios. Los hinchas son el ojo crítico. Los que delegan en nosotros la responsabilidad de contribuir hacia el cumplimiento de sus metas. 

Cada cancha tiene sus propios límites, sus propios defectos, y su propia convocatoria. Está en nosotros intentar mejorar nuestra capacidad y pasar de una vida menos ambiciosa a otra más fructífera. Un arma de doble filo, por cierto. Mientras más alto volemos, mayor sera nuestra responsabilidad: aquellos que dependían de nuestra labor, en un principio eran 50, y hoy quizás son 50.000. Hay qué saber estar a la altura de las responsabilidades.

Luego está la forma de encarar la vida: cada partido es una situación nueva. Y aquí quiero detenerme en un punto en particular: La Felicidad.

La felicidad no es el gol: El gol es simplemente eso, una meta. Y las metas cumplidas conducen al progreso, no necesariamente a la felicidad. Está en nosotros conservar la felicidad mientras sumamos goles.

Entonces, ¿Es el camino?: Tampoco. Eso sería depender íntegramente de los espacios que te dejan los rivales, o de los errores que ellos cometan. Pero nos vamos acercando. El camino lo podemos generar nosotros, a través de nuestras actitudes.

¿Es la forma de jugar?: No, pero es similar. La forma de jugar es lo que distingue a aquellos que conservan la felicidad y aquellos que la pierden en el camino.

¿Es la pelota? Bingo. Si señores, la pelota es la felicidad. Y por supuesto, las características de cada jugador son las que determinan quien va a ser feliz durante más tiempo, y quién va a encarar el partido de mal humor.

Los jugadores rápidos, son aquellos que quizás tienen el defecto de no disfrutar los momentos que les toca vivir. Los jugadores más sabios son aquellos que se bancan la presión de los rivales, y sin perder el balón contribuyen a que otros se acerquen al objetivo común. Los jugadores que no entrenan o no se esfuerzan, siempre van a ser más propensos a perder la pelota y contribuir a un objetivo rival más que a uno propio.  

Yo, por mi parte... soy arquero. Soy, al igual que los defensores, uno de los encargados de recuperar la felicidad colectiva. Pero disfruto también del privilegio de evitar que se cumplan las metas rivales. No hay nada más lindo que escuchar un "UUUHHH" ante un objetivo casi cumplido. 

Cómo contrapartida, mis errores son mucho más graves. Si pierdo la felicidad, mis compañeros se contagian al instante. 
Y por otro lado, no suelo contribuir directamente en el cumplimiento de las metas. Soy el que se queda en el fondo mientras mis compañeros se arriesgan. Por eso, como arquero, suelo disfrutar de los pequeños placeres. Puedo recordar un par de veces en la vida, en las que salí jugando y, si bien mis acciones no terminaron en gol, tuve la posibilidad de tirar un par de caños deliciosos. También he tirado asistencias directas a mis compañeros, para que en momentos difíciles puedan convertir. 
Y bueno, para llegar a objetivos personales, no me quedó otra que cambiar de posición. Eso es algo que afortunadamente, la "cancha" permite, siempre y cuando el esfuerzo personal acompañe.

¡A jugar se ha dicho !


El último 9 de área que me tocó enfrentar, me amagó y me metió la felicidad entre las gambas cuando ya casi la tenía en mis manos.

 

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